viernes, 6 de mayo de 2016

MI HISTORIA VOCACIONAL


 Con las siguientes líneas quiero expresar de mi historia vocacional. Recuerdo que hace once 
Seminarista César Barreto
1º año de Filosofía 2016
años o quizá antes, empecé a tener un deseo extraordinario de estar en la celebración eucarística, pensé que este solo era un pensamiento inquieto de cualquier niño pequeño, de querer ser todo lo que ven. Traté de ignorar el sentimiento, pero este era como un fuego expuesto al viento que con el tiempo se apagaba, pero luego  se volvía a encender.


Si así era aquel sentimiento, no sabía con exactitud a que se debía, pero recuerdo que cuando mi mamá nos llevaba a los viacrucis, que eran a las cuatro de la mañana, yo me sentía alegre a pesar de que tenía que desvelarme esas horas, ni el frio podía vencer esas ansias que tenía para ir a este acto piadoso.

Para entonces en mi parroquia estaban los sacerdotes agustinos y para actividades como estas, caminaban de hábito, a mí me encantaba verlos; y un día le dije a mi madre, yo quiero ser como ellos.
Pocos meses después entré a formar parte del grupo de los monaguillos, fue aquí donde mis deseos se alimentaron más, sentía que todo aquello era un sueño, pero luego de tres años se me fue quitando la piedad que antes sentía, todo aquello ya lo sentía rutinario, mis amistades eran diferentes, mis pensamientos eran otros y aquel deseo que sentía de niño casi desapareció por completo.

Pasó el tiempo y cuando estaba empezando la secundaria todo era diferente, donde la pubertad me invitaba a conocerme más, fue en este momento donde empecé a desordenar mi vida, mis emociones, mis sentimientos. Yo ya no era el mismo de antes, las amistades eran diferentes en esta etapa de mi vida. Empecé a tener novias, sin amor alguno, más que solo con el deseo de la carne, no me importaba herir sus sentimientos hasta el punto que llegué a tener quizá más de quince novias; y a veces hasta dos al mismo tiempo, todo aquello era una idea muy machista; supuestamente era “disfrutar la vida con mis amigos”, salíamos noches seguidas a discotecas y a vares tomábamos de todo tipo de licor y no nos importaba lo que sucedía a nuestro alrededor, solo pensábamos en vivir el momento.

Recuerdo que un día mi mamá se dio cuenta de que yo andaba de noviazgo con dos chavalas al mismo tiempo; esto a ella le molestó y me dijo que la vida siempre da vueltas cuando uno menos se lo espera. Esto me puso a pensar un poco, pero traté de no ponerle importancia y seguí en mi derroche por la vida.

Un año después conocí a una chica de la cual me enamoré por primera vez, ella fue la que me hizo cambiar radicalmente lo que yo era, fue esta chica la que me hizo aprender a amar lo poco que uno tiene. Tiempo después por circunstancia del destino y de la vida nos separamos, pero mi concepción de la vida ya era otra. Empecé a tomar en serio mi servicio de monaguillo que años anteriores lo hacía de modo involuntario, tan solo para que me vieran.

Estas experiencias de las que les he venido hablado se dieron en un lapso de tres a cuatro años, pero siempre existía una loca idea de estar parado frente al altar revestido de blanco. Fue en ese tiempo donde aquel sentimiento de niño empezó a resurgir, yo pensé que ya era imposible hacer algo con aquel sentimiento, yo mismo me cohibía porque me preguntaba ¿cómo podré ser sacerdote yo, después de todo esto que he pasado? ¿Qué iban a pensar las personas  de mí? Pero el sentimiento seguía insistiendo y luego se volvió un deseo y este iba creciendo. 
Pasó el tiempo y me animé a decírselo a uno de los padres. Entonces un jueves después de misa le conté al padre que yo quería ser sacerdote, luego de que yo le dije esto él se echó a reír y me dijo: tan solo eres un chiquillo, termina tus estudios y luego veremos si todavía quieres entrar. Esto me desanimó mucho y dije que todo era una locura y traté de olvidar todo aquello que sentía.
Tiempo después los sacerdotes agustinos dejaron la parroquia y se marcharon, luego llegó un sacerdote diocesano, yo siempre era un monaguillo, ya era uno de los mayores, el padre me pidió el favor de que le ayudara a dirigir y formar a los monaguillos principiantes y acepté. En este tiempo volvió a despertar nuevamente la inquietud, pero sentía temor a comentarlo, porque ya había tenido un desaliento y callé; pero más tarde me di cuenta de que un chavalo que había sido monaguillo iba a entrar al seminario.

Me fui donde él vivía y le pregunté que si era cierto lo que me habían contado, él me dijo que sí y le pregunté cómo había hecho. Él me comento que había hablado de su inquietud al padre de lo que sentía y el padre solo lo citó a entrevistas tres veces y luego le dio la oportunidad de entrar al seminario menor. Yo le conté de que yo también tenía una inquietud vocacional, pero que ya había intentado anteriormente y que me habían cantado cero; y por eso no lo quería comentar, sin embargo, él me aconsejo que hablara con el padre, esto me devolvió la esperanza y regresé a casa; le comenté a mi madre sobre aquella inquietud, ella se emocionó mucho y me dijo que no perdiera tiempo y que me fuera donde el padre. Yo le dije que iba a ir después de misa y así fue. Después de misa yo le conté al padre todo lo que sentía y cómo había venido creciendo ese sentimiento, él se alegró y me dijo: no te preocupes hijo yo te ayudaré. Luego de esto salí muy contento y le di gracias a Dios por haberme dado esa oportunidad. Esto me reconfortó mucho y así fue como el padre Julio López empezó a gestionar para que yo pudiera ingresar al seminario. Luego de unas convivencias vocacionales durante un año ingresé en febrero al seminario menor.

 Siempre he tenido en mente dos frases que el padre me dijo con mucho amor y sinceridad y que hasta el día de hoy las recuerdo: “el día que yo no me sintiera capaz de seguir y de estar en el seminario que me saliera, que no preocupara por nada porque Dios me iba amar sin importar dónde o quien fuera y él siempre me iba a apoyar”. Son estas palabras las que me motivan a seguir adelante.

Pienso que muchos de nosotros deberíamos escuchar estas palabras para poder seguir adelante y poder lograr  nuestros sueños. No tengamos miedo a descubrir la voluntad de Dios. Ánimo, sigan adelante y luchen por lo que quieren, porque Dios siempre va estar con ustedes en cualquier decisión que tomen.

César Enmanuel Barreto Navas
Seminario Nacional Nuestra Señora de Fátima
Primer año de filosofía, originario de Ocotal, Nueva Segovia, diócesis de Estelí.