martes, 26 de septiembre de 2017

LA VOCACIÓN SACERDOTAL EXPRESIÓN DE MISERICORDIA

Jairo García, II de Filosofía,
Diócesis de Matagalpa.
El llamado para toda persona es a la santidad; Dios nos ha llamado para que estemos con Él, es Él quien nos ha elegido inmerecidamente, Mc 3,14. Para mí es un gusto poder compartirles, queridos lectores, un poco de mi proceso vocacional, cómo surge, la motivación, más la respuesta al llamado que Dios, de manera particular, me ha hecho.

Mi nombre es Jairo Antonio García Arauz, soy el número diez de trece hermanos, nacido el primer día de Noviembre de 1995, en una comunidad del municipio de Matagalpa. Hijo de Estanislao García (q.e.p.d.) y  Petronila Arauz. En el 2002 inicié mis estudios primarios, y es en el transcurso del año que mi 

Papá fallece. Yo tenía para entonces, tan solo seis años y quedo en casa con mi mamá y hermanos. 
Así inicia mi vida, aprendiendo de una MADRE luchadora que no se rindió ante tales circunstancias. Junto a ella aprendí el trabajo de campo y, por supuesto, los valores morales-cristianos. En medio de las dificultades, salí adelante con mis estudios. Al culminar esta etapa, ya no deseaba seguir con ellos, fue así que mamá y hermanos me animaron a continuarlos, dando inicio a la secundaria a distancia por motivos de trabajo y el poco acceso al instituto. Esta etapa la finalicé en el 2012.

Comencé a trabajar en la capilla de la comunidad como lector, hice el retiro del Sistema Integral   de Nueva Evangelización (SINE), colaboré con la pastoral juvenil y luego delegado. Hasta entonces no había tenido inquietud vocacional, pero salían a mi paso personas que me decían y animaban para que fuera al seminario. También, a manera de broma, mi mamá me decía que si me gustaba el seminario, que fuese bueno que un hijo tomara tal camino, yo le respondía: “ni loco”. 

En verdad desconocía de lo que trataba di-cho centro formativo, pero puedo decir que por su medio Dios me hizo la primera llamada. De igual manera, una amiga que insistía en ese ámbito; ella es novicia en un monasterio de clausura. Esto poco a poco fue resonando en mi mente, pero me inspiró más, haber leído la vida de San Juan Bosco y su entrega por la juventud. 

Esto lo pude captar cuando, al terminar los estudios de secundaria, sentí la inquietud y me di cuenta del llamado de Dios. Tomé la iniciativa de buscar información con un seminarista el cual, ya es sacerdote, me dio los datos, pero que necesitaba hablar con el encargado de los aspirantes al seminario. Cuando pude hablar con el padre, me invitó a las convivencias durante todo el año. 

Así pasaron dos meses y lo hice saber a mi familia, todos me apoyaron. Durante el periodo de preparación, me dieron una beca de estudio, al instante pensé: y el seminario qué, dije que no la aceptaba. Después estuve ayudando a mi párroco durante unos meses.

Cuando llegó el día del ingreso, aún recuerdo las palabras que me dirigió mi mamá: “si te vas, no te digo que te quedes y si te quedas, no te digo que te vayas.”  Con esta expresión, emprendí este camino bajo la misericordia de Dios. 

El seminario menor lo viví en el 2014 en Matagalpa. Esta etapa fue primordial para aprender a dar los primeros pasos en el caminar vocacional y lo que más me hacía falta, al comenzar, era la familia; en este aspecto he tenido presente las palabras del Evangelio: Quien no deje padres, hermanos,… no puede ser mi discípulo. Fue una de las más fuertes renuncias al haber em-prendido mi formación y adaptarme a la nueva familia que Dios me daba.

En el 2015 ingresé al año propedéutico, ubicado en Masatepe, Masaya. Etapa importante en la que viví una experiencia espiritual y formativa para poner las bases de la vocación. Fue todo un desafío, puesto que, el Seminario se inauguraba y las condiciones no eran tan favorables, aun así  acepté el reto y no me desanimé, al contrario, me impulsó a luchar por dar una respuesta a la vocación. 
Finalizado este curso, doy apertura a los estudios filosóficos en el Seminario Interdiocesano Nuestra Señora de Fátima, total-mente distinto, pero de gran importancia para el crecimiento integral. Actualmente curso el segundo año de filosofía.

En el transcurso de mi formación he ido descubriendo la mano de Dios y su acompañamiento en mi proceso, ya que, han sido muchos los obstáculos y muchas veces cuestionamientos que de una u otra manera, colaboran en forjar mi madurez, sin obviar que en ocasiones también hacen debilitarme, pero con la ayuda de mi director espiritual y oración, puedo retomar fuerzas.

Agradezco a Dios, que en mí, ha puesto su mirada  para que le responda al llamado que hace, no solo a una persona, sino a todos, ser santos. La Virgen María, nuestra Madre, ha sido de mucha importancia y lo digo con seguridad: sin ella nos perderíamos en el camino de discipulado hacia Cristo, su Hijo.

Dios que llama por pura bondad, me invita a responderle con generosidad, de igual manera a muchos jóvenes a los que me dirijo: no teman; Él, que inicia la obra, la lleva a término, Flp 1,6.

Jairo Antonio García Arauz
cursa II de Filosofía
Diócesis de Matagalpa

LLAMADO PARA EVANGELIZAR

Luis Corrales, III de Teología, Dioceis de León. 

Nací en la ciudad de Chinandega en el Hospital Mauricio Abdalá a las 4:00 pm el día 3 de septiembre de 1980, soy el segundo de los 3 hijos que tuvo el matrimonio de Mario José Corrales y Martha Ligia Romero.

Desde muy pequeño recuerdo ir a misa todos los domingos con mis padres, pasando el resto de la semana con mi abuela, realicé los estudios de primaria en la escuela Alberto Cabrales y los estudios de secundaria en el Instituto Miguel Ángel Ortéz y Guillén de la misma ciudad.

En agosto de 1997 una compañera de estudio me hizo la invitación para pertenecer a los grupos parroquiales de la Parroquia Nuestra Señora Santa Ana, y así comenzó esta aventura religiosa, pasé  a formar parte de los miembros de las pequeñas comunidades del Sistema Integral de la Nueva Evangelización. Desde que inicié este trabajo me llamó la atención que la Iglesia anduviera evangelizando casa a casa y en diferentes sectores parroquiales y fuera del mismo, al cual me incorporé.

El haber trabajado en las pequeñas comunidades, me impulsó a dar el paso a entrar al Seminario por el ejemplo de mi párroco Mons. Miguel Ángel Padilla (q. p. d.) un sacerdote que entregaba al trabajo pastoral siendo anciano y su atención por los sacramentos, luego cuando tenía 19 años de edad muere mi padre esto influyó que me retirara del seminario debido a los gastos que habían en la casa y tuve que trabajar para ayudar, trabajaba en un farmacia, ahí estuve por 10 años. 
Era costumbre de los jefes hacer una cena para navidad a todos los trabajadores de la farmacia. Estando en la actividad mi jefa me dijo que miraba que el trabajo de farmacéutico no era lo mío, sino las cosas de la Iglesia. 

Y me replanteé el seguimiento de la vocación sacerdotal y volví al Seminario, en el año 2010 puse mi renuncia y mis jefes no querían que me fuera, puesto que era un buen trabajador. Ese mismo año ingrese al Seminario san Ramón Nonnato éramos 12 caminantes en el proceso, y en el 2011 me dieron el pase a la etapa Propedéutico en Diriá- Granada ahí fuimos 48 candidatos, luego en el 2012 ingresé al Seminario Nacional de Fátima donde actualmente curso III de Teología. 
Luis Manuel Corrales Romero
III de Teología
Diócesis de León

DISFRUTAR EL PLAN DE DIOS

Hernaldo Peña, II de Filosofía,
Diócesis de Juigalpa,
es el primero de derecha a Izquierda
Soy originario de la ciudad de Chinandega. Nací el 5 de noviembre de 1996, hijo del matrimonio de Hernaldo Rafael Peña Obando y Lidia Victoria Salinas Álvares. Cuando tenía la edad de 5 o 6 años mis papás se separaron y mi papá se fue de la casa, sin saberlo quedé bajo el cuidado de mis abuelitos, Héctor Oswaldo Salinas Kauffman (+) y María Lidia Alvares Zavala (+).

Desde muy pequeño siempre me llevaban a la parroquia a misa, a los grupos de oración y  las purísimas. Fueron mis abuelitos quienes me inculcaren la fe y quienes me enseñaron a amarla. Siempre que me llevaban a misa me gustaba irme a un lugar en donde pudiera ver bien lo que hacía el sacerdote pues me llamaba la atención lo que él hacía. Desde muy pequeño siempre tuve en la cabeza la idea de ser sacerdote y se lo decía a mi familia, que por mi corta edad siempre lo tomaban como una broma. 

Cuando tenía doce años mis abuelitos y yo nos fuimos de Chinandega, ellos fueron a vivir a Chontales y yo me quedé viviendo en Managua y entré en una etapa de rebeldía, pues me sentía triste porque nos habíamos ido del lugar donde crecí. Comencé a salir mal en clase y en ocasiones solo pasaba en mi cuarto y no hablaba con nadie. 

Cuando fui creciendo, como a la edad de los 14 años, quise sacarme de la cabeza la idea de ser sacerdote, pues me decía a mí mismo “es una idiotez, no me serviría de nada en la vida, eso es una basura (estaba segado por las sombras del mundo), y la verdad es que en ese proceso fui infeliz, pues siempre había algo en mí que me decía que no estaba haciendo lo correcto. Me juntaba con algunas “amistades” que no eran nada buenas, probé cigarro, alcohol y según yo estaba feliz (pero sabía que no era verdad, que era una mera ilusión) pues aun resonaba esa vos en mi interior. 

A como dije anteriormente desde pequeño asistía con frecuencia a misa (aunque en esos momentos ya no era por decisión mía sino porque me exigían que fuera) pero en esta etapa de mi vida me quedaba fuera del templo, quizás platicando o distraído en otra cosa, pero lo que menos me interesaba era vivir el Sacramento, pues cada vez que lograba centrar mi mente en la eucaristía (por muy poco que fuese) algo ardía dentro de mí y ese hecho me estorbaba.

En una ocasión unos primos que asistían a un grupo juvenil me invitaron a un retiro el fin de semana y pues accedí a ir, pues quería distraerme de la rutina y además pensé “tal vez conozco a alguna muchacha bonita” pero con el fin del retiro totalmente distorsionado. No recuerdo mucho de ese retiro pero si sé que hablaron de no frustrar el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros y sobre la obediencia a Dios  y por más que quise no poner atención y levantarme de la silla e irme lejos de ahí, no pude, algo me lo impedía, pero era casualidad que no me sentía incómodo y disfruté cada una de las reflexiones desde la primera hasta la última y los ratos de oración con Jesús Sacramentado todos estos actos hacían crecer en mi ese deseo maravilloso que sentía cuando era pequeño “ser sacerdote”.

Por motivos familiares tuve que irme con mis abuelitos a Santo Domingo Chontales, y ahí (con la mente más clara) entre al grupo de monaguillos de la parroquia y el estar más cerca del altar, de los sacramentos, al hacerme más consciente de lo que era ser sacerdote anhelaba con más ansias poder serlo.
Hablé con el párroco que tenía en ese entonces sobre la inquietud que sentía y me dijo que no era tiempo, que esperara pues tenía tan solo 15 años y lo hice. Siempre pedí orientación a los sacerdotes que estuvieron en la parroquia el Pbro. Pablo Alexis Moncada y el Pbro. Cesar León (Quien me mandó al Seminario) y una religiosa (Sor Luz Marina Rayo) que me ayudó mucho en tomar valor y contarle a mi familia lo que sentía.

Ya teniendo la aprobación del párroco me dijo que le contara a mi familia mi inquietud vocacional. Cuando lo hice no le tomaron mucha importancia y cambiaron de tema inmediatamente, pero seguí insistiendo, hasta que me tomaron enserio y me dijeron “Hijo eso es algo que conlleva mucha responsabilidad, ¿Estás seguro?” y yo les dije “Si”. Me dijeron que me apoyaban y que se sentían orgullosos de mi decisión. 

Fue duro para mí dejar mi hogar. Lo que más costó el día de partir fue el dejar solos a mis abuelitos, que entre lágrimas me dieron la bendición, un abrazo y un beso, a tal punto que a mitad del camino casi me regreso a la casa (me destrozó el verlos llorar).

Entré al Seminario Menor El Discípulo Amado, en la Diócesis de Juigalpa, el 3 de febrero del 2014. Así comenzó esta aventura en la cual voy caminando de la mano María para poder estar siempre cerca de Jesús en mis hermanos. Al principio me costó acostumbrarme a la vida que me pro-ponía el Seminario, pues en el Seminario menor de mi diócesis tenemos una formación bastante peculiar, y muchas veces me sentía decepcionado de mí mismo y me decía “si no puedo con esto, menos que pueda con la vida que lleva un sacerdote”, pero siempre logré sacar ánimos de la oración y la vida en comunidad con mis compañeros.

Ahora curso el segundo año de filosofía y me siento más feliz que nunca, es verdad hay muchos momentos de tristeza y sequedad, pero, a como dije anteriormente, siempre logro sacar fuerzas después de un rato de platica con Jesús Eucaristía e implorando la protección de María Santísima.

Ya llevo 4 años de haber iniciado esta aventura en la cual intento responder de la mejor manera que puedo a la llamada del Maestro. Compartiendo la vida y el mismo sentimiento con mis compañeros, avanzando en la formación y configurándonos con cristo con el pasar de los años para cuando se llegue el momento poder llevar el amor y la misericordia de Dios a todos. 

Les pido, les imploro que oren por nosotros que nos formamos en esta casa de formación, pues somos seres humanos débiles e imperfectos, que queremos responder con fidelidad a la llamada del maestro, y en este caminar necesitamos mucho de su oración. 

Hernaldo Rafael Peña Salinas
Cursa II de Filosofia 
Diócesis de Juigalpa.