lunes, 11 de septiembre de 2017

CRÓNICA

Con mucho entusiasmo y alegría de ser marianos en el contexto del centenario se ha realizado el novenario a Nuestra Patrona La siempre Virgen María en la advocación de “Nuestra Señora de Fátima”, siendo animado cada día de la novena por los diferentes cursos y Diócesis, además las reflexiones compartidas durante el rezo de la oración de la mañana (laudes) por los hermanos de IV año de teología, teniendo como temática: “Las apariciones de la Virgen en Fátima y sus mensajes”, por la tarde la Santa Eucaristía presidida cada día por un Obispo de las diferentes Diócesis, así mismo nos acompañó uno de los días de la novena el Señor Nuncio Apostólico.

En el transcurso del novenario fueron admitidos como candidatos a las órdenes sagradas nuestros hermanos de la Facultad de Teología de la Diócesis de León, siendo presidida la Santa Eucaristía por Su Excelencia Reverendísima Monseñor Bosco Vivas. 

En nuestro contexto del centenario con mucha alegría celebramos el trece de Mayo iniciando con las mañanita a Nuestra Señora, luego una procesión en la que se recitaba el Santo Rosario dirigido por los responsables de cada curso, a las diez de la mañana la solemne Eucaristía presidida por su Eminencia el Cardenal Leopoldo Brenes y concelebrada por los formadores, padres docentes y rectores de los Seminarios Menores y por supuesto tuvimos la presencia de los Seminaristas Menores, amigos y amigas del seminario.
Dispuestos a dar lo mejor nos preparamos para recibir a los peregrinos en nuestro Seminario el catorce de Mayo, para ello organizando una alegre kermés con ricos platillos y refrescos en el que nuestros peregrinos se sintieran en casa, de igual modo derroche artístico, como bailes, poesía, música entre otros.
Hablando de derroche artístico el diecinueve de Mayo se realizó la participación de muchos hermanos nuestros en los encuentros de poesía, música, pintura, fotografía y oratoria.  Siendo la temática a desarrollar en cada área artística “Dichosa tu María que has creído”. Obteniendo los primeros lugares en poesía Clemente Manzanares, música el dúo Edwin Báez-Ervin Aguirre, pintura David Flores, fotografía Juan Carlos Rivera y en oratoria Paúl Tinoco.

Se ha dado inicio a la liga de fútbol sala en el que participan cinco equipos, además se ha tenido el encuentro amistoso en la disciplina de futbol campo entre el Seminario Nacional de Fátima y el Seminario Redentoris Mater. Siendo un momento especial para fomentar la amistad y espiritualidad con nuestros hermanos de otros Seminarios.

Ilusionados con un espíritu de compartir hemos vivido nuestros ejercicios espirituales de fin de mes dirigido por el presbítero Rafael Vindell, director espiritual de nuestra casa, teniendo como temática el discipulado en el evangelio de San Lucas, además hemos vivido nuestra pascua con intensidad en preparación para celebrar con solemnidad la vigilia de pentecostés en nuestra casa de formación. 

Y en este mes de junio fui-mos visitados por el Dr. Estuardo Carrera el cual vino a dedicarnos una ponencia en torno al tema del sí a la vida, viéndolo desde el punto de vista de la sexualidad en nuestros días.
Bendiciones y que el Espíritu Santo nos ayude a ser mejores cristianos.
Nelson González Herrera 

PRESENTACIÓN


Resucitó es una palabra que a lo largo de la historia muchas culturas  han tomado de referencia para situar un hecho trascendental, de una manera especial para los cristianos la gran noticia de las mujeres, que por la mañana se dan cuenta que el sepulcro está vacío,  Jesús ha cumplido su palabra ¡Ha Resucitado! Nos llena de gozo y de esperanza.
En nuestra edición de SEMINARIUM también nos alegramos por este acontecer histórico salvífico. 

Por ello el Pbro. Evaristo Martínez Matey  nos hace una presentación sobre Jesús resucitado y la  gran tentación de nuestra cultura racionalista ha sido querer comprobar la resurrección del Señor desde un punto de vista científico. Pero la Resurrección no es un hecho comprobable científicamente. Es necesario afirmar con rotunda certeza que se trata de un acontecimiento histórico y es un hecho de fe. 

Por su parte Osman José Amador Guillén   reflexionará  acerca de Los Sacramentos, “Anámnesis de La Pascua” lograremos así comprender la importancia de  los sacramentos en nuestras vidas invitándonos a tomar en serio lo instituido por el mismo Jesucristo; “ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas”.

El Prebítero José Luis Serrano ofrece una reflexión sobre la Pascua Judía y la Pascua cristiana. En tan breves palabras se nos expone que Cristo es la Pascua por excelencia de la que la pascua judía era una profecía.  
Meditar en torno al Pregón Pascual, es transportarse a la Noche Santa en la que la Iglesia Celebra la gloriosa victoria de su Señor sobre la soberbia del demonio, Eliar Alonso nos sitúa en ese momento, “Cristo que ha Resucitado y con la Luz de su Resurrección disipa las tinieblas del pecado; la Vigilia Pascual, es en definitiva la Madre de todas las vigilias.

Edgard Antonio Balmaceda re-salta un breve instructivo de algunos símbolos y signos de este tiempo de semana santa y la pascua gloriosa.
No alejándonos del tema central que es tener los ojos bien puestos en el Misterio de la Resurrección, la siguiente temática, destacará la revolución que causa Jesús en nuestras vidas, partiendo de que nos pide asumir en plenitud la condición de creyentes con una identidad, siempre en busca de la verdad y lo que este posee, que lo hace capaz de reaccionar de una manera distinta a los demás seres de la creación con su capacidad de razonar.

“El núcleo de la identidad personal” así es nombrado el artículo del seminarista Jeyson Cruz Zeledón que hace una pregunta existencial ¿Quién soy yo? “El ser persona considerado por la filosofía, es un constante descubrimiento de las capacidades y limitaciones”.
Carlos Franceschi Mendoza Vílchez Nos habla de la “Inquietud” introduciéndonos en el espíritu de búsqueda inherente en todo hombre y la evolución de las interrogantes que el hombre ha tenido a lo largo de todo el recorrido de su existencia.

En esta misma línea el semina-rista Adiel Antonio Rodríguez  nos habla del “hombre máquina” y nos introduce a la cuestionante: “actúa el hombre por instinto y Partiendo de esta pregunta de Aristóteles ¿Qué es lo que hace que el hombre se distinga del resto de los seres vivos?” 
Con alegría y  entusiasmo Luis Francisco Tórrez, narra su historia vocacional y cómo el Señor a través de un pequeño símbolo de fe, confirmó el llamado y la repuesta que este ofrece. Valerio Isael Orellana, Gersan Daniel Beltrán y Winston Martínez,  nos cuentan su experiencia vocacional y  la generosa respuesta que han dado y cómo hasta hoy piden la gracia del Espíritu Santo para el discernimiento de su vocación.

En la identidad de SEMINA-RIUM está el compartir nuestras experiencias vocacionales y les hacemos partícipes, con la crónica, de los acontecimientos más importantes desarrollados en nuestra comunidad. 
Agradecemos a Dios y a nuestros escritores. Unamos esfuerzo para seguir evangelizando y creciendo en la fe y en la esperanza de la caridad de la que un día anhelamos su plenitud. 
Saludos fraternos “Alabado sea Dios”.
Edgar Antonio Largaespada
II de Filosofía, Diócesis de León
Responsable de Gestión de Ventas 

LA RESURRECCIÓN ¿UN ACONTECIMIENTO HISTÓRICO?

Pbro. Evaristo Martínez,
Juez , presidente del Tribunal
Ecleciástico de Nicaragua
La gran tentación de nuestra cultura racionalista ha sido querer comprobar la resurrección del Señor desde un punto de vista científico. Pero la Resurrección no es un hecho comprobable científicamente. Es necesario afirmar con rotunda certeza que se trata de un acontecimiento histórico y es un hecho de fe (CIC # 647).

El sepulcro vacío y los diferentes encuentros del Resucitado son muestra clara de que realmente Resucitó en un momento concreto de la historia. Pero la Resurrección no se queda en un mero acontecer histórico, es algo mucho más grande, mucho más perfecto, es un punto central o vértice que trasciende y sobrepasa la historia, al mismo tiempo que le da sentido, la perfecciona y le da plenitud. 

Por ello podemos decir con rotunda certeza que la Aναστασις (Resurrección) del Señor sobrepasa nuestros límites racionales y, por ello, no puede ser contenido solo en un acontecer histórico sin dejar paso al Misterio que integra dicho acontecimiento. Negarla sería borrar el numeroso testimonio de nuestros predecesores y por ende  “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe” (1 Co. 15, 14), nos advierte San Pablo.

En definitiva, la Resurrec-ción del Señor confirma todo lo que el Jesús Histórico realizó y enseñó en su paso por este mundo, en ella se manifiesta el poder de Dios sobre la muerte y se demuestra que Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre (CIC # 651). 

Si quisiéramos in-dependizarnos de la fe es fácil afirmar y comprobar la Resurrección del Señor, puesto que los discípulos han atestiguado que verdaderamente se encontraron con Él, estuvieron y comieron con Él. El sepulcro estaba vacío y las vendas estaban en el suelo (Jn 20, 6) como signo manifiesto de que el Cuerpo de Cristo ha burlado a la muerte y se ha librado de la corrupción del cuerpo (CIC # 657). 

De hecho que podría pensarse que el sepulcro vacío no significa una prueba contundente de la Resurrección. La verdad se tendría razón. Hasta sus discípulos creían eso. María Magdalena creyó que “se habían llevado el cuerpo de su Señor” (Jn 20, 13). Las mismas autoridades sobornan a los soldados para que digan que “mientras dormían, vinieron de noche los discípulos y robaron el cuerpo de Jesús” (Mt. 28, 11-15). 

Sin prescindir de estos rela-tos nos percatamos de que las mujeres, Pedro y Juan entran en el sepulcro y lo encuentran vacío. El discípulo amado ve y cree (Jn 20, 8). Inmediatamente nos hace reconocer que, encontrar el sepulcro vacío, no es una obra del hombre sino que es obra de Dios. La contemplación del Misterio, del que muchas veces creemos sin sentido, necesariamente nos llevará a creer en Dios que nos ha hablado por medio de su Hijo Jesucristo. 

Luego las apariciones son un verdadero elogio al poder de Dios sobre la muerte. Primero se aparece a las mujeres (Cf. Mc 16, 1; Lc 24, 1) que serán las primeras en anunciar esta Buena Nueva de Salvación (Cf. Lc 24, 9-10). Finalmente, la Comunidad en pleno experimenta este hecho prodigioso y exclama “¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado! y se ha aparecido a Simón” (Lc. 24, 34). Por ello afirmamos, en nuestra fe, que es imposible negar y no reconocer la Resurrección de Jesucristo como un acontecimiento histórico. 

Al introducirnos en los Evangelios nos percatamos con facilidad que, previo a la Resurrección, los discípulos de Jesús fueron probados por el sacrificio de la Cruz. Tanto así que muchos de ellos confundidos no creyeron en la inmediata noticia de la Resurrección como es el caso de Tomás. De tal manera que los discípulos no son puestos como un grupo de fanáticos capaces de creer y anunciar algo que no había pasado. Más bien la Escritura no oculta el abatimiento de los discípulos, su confusión y el temor ante los acontecimientos del Viernes Santo y esta es la razón por la que no le creen a las mujeres, sus palabras les pare-cieron noticias pueblerinas y cuentos de infantes (Cf. Lc 24, 11). 

La Resurrección es el gran Milagro que nunca esperaron los Apóstoles y es tan grande que incluso viéndolo en persona dudan de su veracidad y creen que es un espíritu (Cf. Lc 24, 38-39). El Apóstol Tomás ni siquiera confía en el testimonio de los diez que ya se habían convencido (Cf. Jn 20, 24-27). Esto nos lleva descartar la posibilidad de que la Resurrección haya sido producto de la fe de los Apóstoles o alucinaciones de los mismos. 

Hasta aquí hemos hecho un somero  paso por tan grande Misterio. Ahora vallamos a nuestras prácticas cristianas actuales. Muchos vivimos como si no creyésemos en la Resurrección. Otros tantos desesperados han introducido en nuestra fe una visión reencarna-cionista propia de las religiones paganas. 

Entonces cabe preguntar en qué estás creyendo en la Resurrección que te conduce a la inmortalidad o al sin sentido de la vida que es la reencarnación o el eterno retorno.   Con plena seguridad afirmamos que la reencarnación es un mito en el cual el alma humana, encerrada en un cuerpo que a su vez muere, se reencarna en otro cuerpo merecido conforme a la conducta precedente. Como puedes reencarnarte en una vaca puede ser en un cerdo o en una mosca. Todo esto es un mito, un error que al ser creído en la fe de un católico se convierte en una herejía.

Debemos procurar ir purifi-cando y madurando nuestra fe, luchando continuamente por  eliminar el sincretismo religioso que cargamos. Es urgente eliminar las prácticas paganas que son, necesariamente por su  propia naturaleza, incompatibles con nuestra fe. 

La espiritualidad cristiana de suyo es muy rica. No necesitas acudir al Yoga, al Budismo u otras prácticas esotéricas para encontrar la armonía con Dios y su creación. La misma Resurrección de Cristo que es el fundamento de nuestra fe nos ha posibilitado, capacitado y otorgado la Gracia de permanecer en esta armonía con Dios y con nuestra naturaleza. 
Nuestra esperanza es resucitar en Cristo. Todo lo demás es una práctica no cristiana que puede desatar en errores de fe, confusiones e incluso hasta llevarnos al ateísmo práctico o incurrir en una herejía.    
En definitiva, los cristianos  debemos tener claro que la re-encarnación está negada en las Sagradas Escrituras. En el Antiguo Testamento: “Una sola es la entrada a la vida y una la salida” (Sab 7, 6). San Pablo en su Carta a los Hebreos dice: “Los hombres mueren una sola vez y después viene para ellos el juicio: los que hicieron bien saldrán y resucitarán para la vida, pero los que obraron mal resucitarán para la condenación” (Heb 9,27).

Por ello es conveniente tener una visión realista de la muerte. Nuestra vida cristiana ha de tener claro que no termina sino que se transforma, que cambiamos de nuestra estancia terrenal a la mansión celestial eternamente en el cielo. Porque cuando haya tenido fin “el único curso de nuestra vida terrena” (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. “Está establecido que los hombres mueren una sola vez” (Heb. 9,27). Porque no hay “re-encarnación” después de la muerte, así lo dice textualmente el Catecismo de la Iglesia Católica (#1013).

Finalmente bastaría recalcar que el hecho de la Resurrección de Jesús es históricamente un acontecimiento que solo tiene explicación por medio de la fe. Solo quien se abre a Dios y se hace encontrar por el Resucitado es capaz de afirmarle, reconocerle y testificarle vivo entre los hombres. Pero quien se encierra en sí mismo y busca falsas espiritualidades, no solo no cree en Jesús y no es cristiano sino que, ha perdido la única esperanza de la vida y vana es su fe (Cf. 1 Cor 15, 14). 

Pbro. Evaristo Martínez Matey
 Sacerdote de la Diócesis de Estelí, Lic. En Derecho Canónico 
Profesor de Derecho Canónico en el Seminario Nacional 
 Juez Presidente del Tribunal Eclesiástico  de Nicaragua. 

LOS SACRAMENTOS anámnesis de la pascua

Osman Amador
III año de Teología
Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las dispo-siciones requeridas (CEC no. 1131) 

El bautismo es el sacramento que borra el pecado original, nos da la fe y la vida divina, nos hace hijos de Dios, miembros de la Iglesia e imprime en el alma el carácter sacramental que nos hace cristianos para siempre. La Santísima Trinidad toma posesión del alma y comienza a santificarnos.

Después que el hombre por la desobediencia se convirtió en esclavo de su seductor el Demonio, nuestro Señor Jesucristo purificó y restauró la obra de la creación caída devolviéndole su primera gracia para ello murió en la cruz y resu-citó. De esa manera venció al pecado y la muerte e hizo posible que nosotros podamos morir al pecado y nacer de nuevo a la vida de Dios. El agua es el instrumento de esta purificación, el Bautismo es el sacramento.

Lo que prefiguraba el paso del mar Rojo se hizo realidad en el Calvario, al ofrecer Cristo su Cuerpo y su Sangre para la salvación del mundo; y en la Pascua, con la Resurrección del Señor. Cristo enseñó la necesidad de un nuevo nacimiento en su famoso diálogo con Nicodemo: En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5). Esa agua y ese Espíritu están presentes en el Calvario: uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua (Jn 19,34).

La confirmación completa la obra del Bautismo, el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Jesucristo muerto, resucitado y elevado al Padre fue investido del poder de Dios. Una vez glorificado envió el Espíritu Santo a la tierra para inaugurar el tiempo de la Iglesia. 
Los apóstoles recibieron el don del Espíritu Santo mediante una oración y la imposición de manos (cfr. Hc 8,14-17; 19,1-6) Santo Tomás de Aquino afirma: “Así pues debemos decir que Cristo instituyó este sacramento no de hecho, sino prometiéndolo y precisamente porque en este sacramento se da la plenitud del Espíritu Santo, que no podía ser concedida antes de la resurrección y ascensión de Cris-to.  
La Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna.

La Escritura, la Tradición y el Magisterio sitúan en la última cena, unida a la pasión y muerte de Jesucristo, el momento de la institución del sacramento de la Eucaristía (cfr. Mt, 26, 26-29; Mc. 14, 22-25; 1 Co 11,23-27). La Última cena de Jesús se desarrolló en una atmósfera pascual, tanto la totalidad de las palabras proferidas y los gestos realizados, como el mandato de mantener viva su memoria, únicamente son comprensibles dentro del marco de la celebración hebrea. La Última cena no será comprendida en sus elementos esenciales si es separada, aunque sea mínimamente, de la muerte y resurrección de Cristo.

    La Reconciliación es el sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para borrar los pecados cometidos después del Bautismo. Es, por consiguiente, el sacramento de nuestra curación espiritual, llamado también sacramento de la conversión, porque realiza sacramentalmente nuestro retorno a los brazos del Padre después de que nos hemos alejado con el pecado.

La misericordia de Jesucristo alcanza su punto culminante durante los acontecimientos pascuales, como enseña San Juan Pablo II: “En su amor Cristo ha revelado al Dios de amor misericordioso, precisamente porque ha aceptado la cruz como vía hacia la resurrección. Por esto cuando recordamos la cruz de Cristo, su pasión y su muerte, nuestra fe y esperanza se centra en el resucitado: en Cristo que “la tarde de aquel mismo día, el primero después del sábado…, se presentó en medio de ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados y a quienes los retengáis le serán retenidos” (Jn 2019-23) “. Con esta acción y estas palabras confirió a los apóstoles y a sus sucesores  el poder de remitir y de retener los pecados de los fieles caídos después del Bautismo.

El Sacramento de la Unción de los enfermos da al enfermo, al anciano o al moribundo gracias especiales de salud espiritual y si Dios así lo dispone- puede también devolver la salud física a la persona, aumenta la Gracia Santificante (la vida de Dios en el alma), ayuda a la persona a aceptar mejor su sufrimiento al unirlo a los sufrimientos de Cristo y da fortaleza ante las tentaciones en esos difíciles momentos.

El anuncio de la presencia del reino de Dios y las curaciones constituyen una parte relevante, quizás la más amplia, de la vida pública de Jesús. Las curaciones del cuerpo son también un signo, un anuncio de salvación para todos los hombres, y la realización del reino de Dios (cfr., Lc 7, 18-23). Afirma el Evangelio de Mateo (4,23-24): “Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus Sinagogas, proclamando la buena nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

  La salvación traída por Cristo consiste, efectivamente, en el perdón de los pecados y en el restablecimiento de la salud, de la integridad de la vida humana. Las curaciones tienen una finalidad muy precisa y radical: la victoria sobre el mal, sobre la muerte y sobre el pecado, la salvación que se alcanzará a través de su Pascua en la Cruz. En Mc 6,12-13 la unción de los enfermos es uno de los gestos con que los doce y los otros discípulos, siguiendo las huellas y el testimonio de Jesucristo, ejercen el poder de curar, signo de la presencia del reino de Dios.

Por su parte, el Orden Sacerdotal es un sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados. Este sacramento configura con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu Santo a fin de servir de instrumento de Cristo en favor de su Iglesia. Por la ordenación recibe la capacidad de actuar como representante de Cristo, Cabeza de la Iglesia. 

  Jesús recibió del Padre todo poder en el Cielo y en la tierra (Mt 11,27; 28,18). Como Hijo ha sido enviado por el Padre, a su vez él envía del mismo modo a los doce, tras haber llamado a los que quiso, para que “estuvieran con él, y para enviarlos con poder de expulsar los demonios “(Mc 3, 13-15). Jesús los asocia a la misión recibida del Padre, de este modo, serán también testigos de la Resurrección.

El sacerdocio de Cristo es perpetuo porque permanece para siempre y se caracteriza por la unión de la naturaleza y la vida humana con la vida divina. Esa unión es tan poderosa que supera la muerte  y se manifiesta de manera gloriosa en la resurrección.   

El Matrimonio, como institución natural  es de origen divino. Dios creó al hombre varón y hembra (Gen 1, 27). El fin primario del matrimonio es la procreación y educación de los hijos, el fin secundario es la ayuda mutua y la satisfacción moralmente ordenada del apetito sexual. La unión matrimonial es indisoluble: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mc 10, 9). 

El Matrimonio forma parte del plan original de Dios y de un verdadero y propio itinerario de salvación. Su cima se alcanzó en la alianza matrimonial de Cristo con la Iglesia, Cristo la  amó y se entregó a si mismo por ella. Los esposos como la Iglesia, están unidos, desposados con Cristo, vale también para ellos y se realiza asimismo en ellos la unión de la Iglesia  con Cristo. 

Las palabras y las acciones de Jesús durante su vida oculta y su ministerio público eran ya salvíficas. Anticipaban la fuerza de su Misterio Pascual. Los Santos Padres han visto un símbolo de los sacramentos en la sangre y agua que manaron del costado de Jesús pendiente de la Cruz: fue abierto su costado dice San Agustín, a fin de que se nos abriese la puerta de la vida, de donde brotaron los Sacramentos de la Iglesia, sin los cuales no se puede entrar en la vida real y verdadera.

 Osman José Amador Guillén 
III año de Teología 
Diócesis de Estelí

DE LA PASCUA JUDÍA A LA PASCUA CRISTIANA

Pbro. José Luis Serrano
Secretario de la Nunciatura de Nicaragua
La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús: ¿Cumplimiento de la pascua Veterotestamentaria? 

"Este mes será para vosotros el primero de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la comunidad de Israel: El día diez de este mes cada uno tomará una res por familia, una res por casa… La guardaréis hasta el día catorce de este mes; y, congregada toda la comunidad de Israel, la inmolará al atardecer" (Ex 12, 1-3.6). 

Estas son las palabras que Dios dirige a Moisés y Aarón en el país de Egipto instituyendo la Pascua. Así comienza la pascua en la tradición del Éxodo, relacionada con los ritos propios que el pueblo celebra, o sea, el rito del cordero, el de los ácimos y el rescate de los primogénitos.

1. Evento fundante pas-cual
Para conocer el desarrollo de la Pascua judía nos urge conocer dichos ritos. El llamado rito del cordero, proveniente de la tradición nómada del pueblo hebreo,  consistía en conducir los rebaños a la montaña en busca de los pastos de primavera. Antes de partir, se inmolaba de noche el cordero y se rociaba con su sangre los postes de la tienda, para proteger a los hombres y a los animales de los ataques del espíritu maligno. Otro rito que fundamenta la pascua judía es la fiesta de los ácimos, panes sin levadura, era el rito agrícola de primavera. Y, finalmente, el ofrecimiento y sacrificio de las crías primogénitas de los animales.

La Pascua judía nace en un contexto de legislación típicamente mosaica, en medio de las dificultades por las diez plagas que el pueblo sufrió en Egipto, terminando con la muerte de los primogénitos (Ex 12, 29-34). 
Así pues, el termino bíblico pascua proviene de la transcripción griega y latina, pasja; de una palabra de origen hebreo y arameo, respectivamente, pesah y pasha', que remite a su vez al verbo pasah, que significa pasar, saltar. Etimológicamente la palabra se inserta en un contexto de elección, de alianza porque Yahvé había pasado de largo por las casas de los israelitas en Egipto hiriendo a los egipcios y preservando las casas de los israelitas (cf. Ex 12, 25-28). Por este motivo, una segunda acepción del término pascua significa también fiesta, danza porque el pueblo había sido elegido para entrar en la tierra prometida, y este era el rito que los identifica como pueblo escogido. El paso por el éxodo es un elemento fundacional de la experiencia de Alianza con Yahvé.

La experiencia de salvación marca a este pueblo que conservará su tradición en la tierra prometida e incluso en momentos de exilio. La pascua será la muestra más significativa de que Yavhé, el Dios de Israel, ha sido beneficioso para con ellos. Este memorial será normativo para la comunidad israelita y marcará su condición de éxodo y alianza. Así se establece la solemnidad de la Pascua, que se celebra cada año el 14 de Nisan y en la cual los padres de familia inmolaban en el atrio del templo de Jerusalén un cordero, sin tara, signo de la salvación y de la purificación, y vínculo entre Yavhé y su pueblo.

2. La Pascua hebrea
Solamente desde la perspectiva hebrea podremos comprender la experiencia de liberación que el pueblo israelita vive y que será la clave de interpretación de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, como salvación universal del género humano.

Las fuentes principales para re-construir la pascua judía antigua son algunos textos extra bíblicos o apócrifos, los escritos de los autores judeo-helenistas del primer siglo, las tradiciones y los comentarios bíblicos judíos, así como los textos de la tradición rabínica y samaritana.

Sobre la base de estos documentos se puede reconstruir la estructura del ritual o seder pascual judío. Comienza con unos aperitivos en una habitación aparte, que comprenden hierbas amargas, una salsa, el haroset, fruta empapada de vinagre. Viene luego la bendición sobre el vino y la primera copa con la fórmula: "Bendito eres, Señor, Dios nuestro, rey del universo, creador del fruto de la vid". Luego comienza la comida que se toma en el piso superior de la casa recostado en el diván como señal de la libertad alcanzada. A continuación, se hace el relato de la pascua, con la explicación de los ritos por parte del padre, que responde a las preguntas del hijo menor. Es la haggadah pascual, que comprende los textos de Dt 6, 20-25; 26, 5-11; Jos 24, 2-13.

Los significados de los diferentes elementos de la cena pascual judía nos ayudan a comprender la celebración cristiana de la pascua. El cordero es el símbolo del sacrificio de la ofrenda a Dios, con un valor salvífico para el perdón de los pecados. El pan ácimo representa el pan de la prisa y de la huida, el pan de la desgracia, comido en el desierto, pero es también el primer fruto de la tierra prometida. La bendición es participar de la salvación como don de Dios y el vino representa el gozo y la fiesta.
Así pues, podemos concluir que el banquete pascual judío, con su significado religioso salvífico, ofrece el marco de comprensión de la pascua de Jesús y cristiana. Es memoria, anuncio y esperanza de la salvación definitiva.

3. El cumplimiento neo-testamentario dialógico
Lo que fue revelado en el texto fundante del Éxodo y todo lo que se concreta en disposiciones rituales halla su cumplimiento en el Señor Jesús que es la Pascua nueva y eterna como la liturgia nos invita a proclamar. Pero esta pascua no se puede concebir sin la primera pascua, tomando las palabras del profesor Massimo Grilli: el primer Testamento es el ombligo hebreo del cristianismo y no podemos entender la historia de la revelación sin ir a la fuente del pueblo de Israel.

El proyecto salvífico se actualiza en dos momentos significativos: el antiguo y el nuevo Testamento. La novedad de la Pascua de Jesús reside en la relación dialógica entre los dos Testamentos. El peligro radica en presentar la Pascua judía como dependiente de la Pascua de Jesús, y así la Pascua judía resultaría insuficiente, incompleta, imperfecta porque solo la Pascua de Jesús y la Pascua cristiana sería la perfecta y definitiva. 

El evangelio de Lucas presenta la sucesión más clara y evidente del rito judío y cristiano que tenemos: "A la hora fijada se puso a la mesa con sus discípulos. Y les dijo: 'He deseado vivamente comer esta pascua con vosotros antes de mi pasión. Os digo que ya no la comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios'. Tomó una copa, dio gracias y dijo: 'Tomad y repartidla entre vosotros, pues os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios'" (Lc 22,14-19).

Podemos concluir con la teología de Juan que ciertamente Jesús quería celebrar la Pascua con sus apóstoles, pero según (Jn 12,1) "seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania" y toma la iniciativa para presentarse a Jerusalén. Hay una novedad que el evangelista Juan subraya: la muerte de Cristo como su triunfo; no sólo victoria sobre el pecado, sino "paso", pascua, al Padre (Jn 13,1) e ingreso de su humanidad en la plenitud de sus derechos divinos (Jn 17, 1b.5.24).

Pbro. José Luis Serrano Pentinat
Secretario de la Nunciatura en Nicaragua
Originario de España

EL PREGÓN PASCUAL

Meditar en torno al Pregón Pascual, es transportarse a la Noche Santa en la que la Iglesia Celebra la gloriosa victoria de su Señor sobre la soberbia del demonio, Cristo que ha Resucitado y con la Luz de su Resurrección disipa las tinieblas del pecado.

He decidido titular este artículo: Elogio al Cirio, pues, el Pregón le canta, alaba y ensalza al Cirio Pascual, signo palpable de Cristo Resucitado, Luz operante que alumbra la tierra entera, Luz del Resucitado, Gozo que inunda cielo y tierra. 

«En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de alabanza… en la solemne ofrenda de este Cirio, hecho con cera de abejas… Te rogarnos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche, y, como ofrenda agradable, se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo, tu Hijo resucitado…».

Son muy pocos los datos histórico sobre el origen del Pregón Pascual, pero este, cuenta con la fuerza de una tradición antigua ya que se encuentran testimonios de su existencia desde el mismo siglo IV. A este himno se le conoce también con el nombre de Exultet, que es la primera palabra del texto en latín que traducido al español significa alégrense.

Existen varias versiones y estilos para cantar el Pregón. No obstante, la usual y preferente en el rito romano es la versión en canto gregoriano, con tono de prefacio. También existe la versión del rito ambrosiano, compuesta presuntamente alrededor del siglo V-VI. No se tiene datos a ciencia cierta quien fue su autor, se cree que probablemente fue compuesto por san Ambrosio. El Exultet venía escrito sobre un largo rollo que llevaba el texto en un sentido e  imágenes en el sentido contrario, de modo que, mientras el diácono narraba el contenido y entonces corría el pergamino del púlpito, y así los fieles pudiesen seguir la historia mirando las ilustraciones, era una especie de catequesis iconográfica para que los fieles pudieran entender el sentido teológico del himno que se estaba cantado.

El Pregón Pascual es una pieza literaria henchida de poesía y de lirismo y también de alta teología, donde se hace resaltar la caída del hombre, las tinieblas y la esclavitud en que por ella fue sumida la humanidad, la Redención por Jesucristo y la gloriosa Resurrección; cantado todo con un entusiasmo que contagia a la multitud.

La liturgia de la Vigilia Pascual, la Madre de todas las vigilias, coloca al Pregón Pascual, de in-mediato después del lucernario o bendición del fuego nuevo, al inicio de la celebración, cuando se ha entronizado ya el Cirio Pascual junto al ambón, ya que este himno solemne nos introduce en la Noche Santa de la Resurrección del Señor, anuncia el mensaje de la Victoria de Cristo sobre la muerte y celebra, con una espléndida acción de gracias, las maravillas operadas por Dios en esta Noche Santa, vértice de toda la historia de la salvación: El pecado de Adán del que hemos sido redimidos por la sangre de Cristo; las figuras de la redención; el cordero, el paso del mar rojo, la columna de fuego. 
El himno pasa a celebrar de un modo poético la victoria pascual de Cristo.
Eliar Alonso
IV año de Teología, en la fila de atrás ,
el segundo de Izquierda a derecha

La primera parte del Pregón, es una invitación al gozo y a la alegría que la Pascua del Señor nos trae,  la salvación nos ha llegado, Cristo con su Muerte y Resurrección nos ha reconciliado con el Padre, el corazón ante tan gran misericordia de Dios con los hombres estalla de alegría, es por eso que el Pregón inicia con esta invitación: 
«Alégrense  por fin los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo… Goce también la tierra, inundada de tanta claridad… Alégrese también nuestra Madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo».

Es tanta la alegría que invade cielos y tierra, toda la creación entera debe celebrar tan gran acontecimiento salvífico, ya el luto y el llanto han cesado, la deuda del pecado ha sido pagada, la batalla contra la muerte ha sido ganada. Lucharon vida y muerte en singular batalla y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta. La primera que encabeza esta alegría es la Iglesia entera iluminada por la luz del Cirio pascual, es ella la principal anunciadora de este sublime gozo, a este mundo hundido en las tinieblas y en la desesperanza.

La segunda parte del Pregón en forma de prefacio eucarístico, narra la historia de salvación, desde el Génesis con el pecado original, que es la causa de la desunión de la humanidad con Dios, pasando por el Éxodo, donde se presentan la historia acontecida con el pueblo de la antigua alianza, las manifesta-ciones de Dios con su pueblo, desde la liberación de la esclavitud en Egipto hasta las maravillas acontecidas durante el peregrinar de los israelitas por el desierto. Y todo esto llevado a su plenitud en la nueva y definitiva alianza hecha por Dios por medio de Cristo, Señor nuestro, pacto sellado en el suplicio de la Cruz, con la Sangre del Cordero inmaculado, que quita el pecado del mundo. 

«Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y, derramando su sangre, canceló el recibo del antiguo pecado… Ésta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo. Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado…»

La tercera parte es la de la iluminación, la luz nueva, la luz de Cristo que viene a destruir las tinieblas del error, las tinieblas de pecado, Cristo es nuestra luz, toda la simbología litúrgica de la Vigilia Pascual está impregnada de la Nueva Luz, Luz que nace del Fuego Nuevo, que se perpetuara en el Cirio y en todos los nuevos hijos de Dios, nacidos de las aguas del Bautismo, llama-dos a ser luz en medio de las tinieblas del mundo, la Luz del Cirio fecunda las aguas de la Pila Bautismal donde hace nacer nuevos hijos para la Iglesia.

«Ésta es la Noche de la que estaba escrito: «Será la Noche clara como el día, la noche iluminada por mí gozo.»… Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano y vive y reina  glorioso por los siglos de los siglos. Amén.»

En conclusión podemos decir que el Pregón Pascual es una rica pieza eucológica, con un profundo contenido catequético, que ayuda tanto a los catecúmenos que en esa noche serán regenerados en las aguas santas del bautismo e injertos en la gran familia de Dios, como a los cristianos a comprender toda la historia de salvación, las maravillas y la misericordia que Dios hizo con los hombres.

Eliar Alberto Alonso Berríos
IV año de Teología
Diócesis de León