Meditar en torno al Pregón Pascual, es transportarse a la Noche Santa en la que la Iglesia Celebra la gloriosa victoria de su Señor sobre la soberbia del demonio, Cristo que ha Resucitado y con la Luz de su Resurrección disipa las tinieblas del pecado.
He decidido titular este artículo: Elogio al Cirio, pues, el Pregón le canta, alaba y ensalza al Cirio Pascual, signo palpable de Cristo Resucitado, Luz operante que alumbra la tierra entera, Luz del Resucitado, Gozo que inunda cielo y tierra.
«En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de alabanza… en la solemne ofrenda de este Cirio, hecho con cera de abejas… Te rogarnos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche, y, como ofrenda agradable, se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo, tu Hijo resucitado…».
Son muy pocos los datos histórico sobre el origen del Pregón Pascual, pero este, cuenta con la fuerza de una tradición antigua ya que se encuentran testimonios de su existencia desde el mismo siglo IV. A este himno se le conoce también con el nombre de Exultet, que es la primera palabra del texto en latín que traducido al español significa alégrense.
Existen varias versiones y estilos para cantar el Pregón. No obstante, la usual y preferente en el rito romano es la versión en canto gregoriano, con tono de prefacio. También existe la versión del rito ambrosiano, compuesta presuntamente alrededor del siglo V-VI. No se tiene datos a ciencia cierta quien fue su autor, se cree que probablemente fue compuesto por san Ambrosio. El Exultet venía escrito sobre un largo rollo que llevaba el texto en un sentido e imágenes en el sentido contrario, de modo que, mientras el diácono narraba el contenido y entonces corría el pergamino del púlpito, y así los fieles pudiesen seguir la historia mirando las ilustraciones, era una especie de catequesis iconográfica para que los fieles pudieran entender el sentido teológico del himno que se estaba cantado.
El Pregón Pascual es una pieza literaria henchida de poesía y de lirismo y también de alta teología, donde se hace resaltar la caída del hombre, las tinieblas y la esclavitud en que por ella fue sumida la humanidad, la Redención por Jesucristo y la gloriosa Resurrección; cantado todo con un entusiasmo que contagia a la multitud.
La liturgia de la Vigilia Pascual, la Madre de todas las vigilias, coloca al Pregón Pascual, de in-mediato después del lucernario o bendición del fuego nuevo, al inicio de la celebración, cuando se ha entronizado ya el Cirio Pascual junto al ambón, ya que este himno solemne nos introduce en la Noche Santa de la Resurrección del Señor, anuncia el mensaje de la Victoria de Cristo sobre la muerte y celebra, con una espléndida acción de gracias, las maravillas operadas por Dios en esta Noche Santa, vértice de toda la historia de la salvación: El pecado de Adán del que hemos sido redimidos por la sangre de Cristo; las figuras de la redención; el cordero, el paso del mar rojo, la columna de fuego.
El himno pasa a celebrar de un modo poético la victoria pascual de Cristo.
Eliar Alonso IV año de Teología, en la fila de atrás , el segundo de Izquierda a derecha |
La primera parte del Pregón, es una invitación al gozo y a la alegría que la Pascua del Señor nos trae, la salvación nos ha llegado, Cristo con su Muerte y Resurrección nos ha reconciliado con el Padre, el corazón ante tan gran misericordia de Dios con los hombres estalla de alegría, es por eso que el Pregón inicia con esta invitación:
«Alégrense por fin los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo… Goce también la tierra, inundada de tanta claridad… Alégrese también nuestra Madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo».
Es tanta la alegría que invade cielos y tierra, toda la creación entera debe celebrar tan gran acontecimiento salvífico, ya el luto y el llanto han cesado, la deuda del pecado ha sido pagada, la batalla contra la muerte ha sido ganada. Lucharon vida y muerte en singular batalla y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta. La primera que encabeza esta alegría es la Iglesia entera iluminada por la luz del Cirio pascual, es ella la principal anunciadora de este sublime gozo, a este mundo hundido en las tinieblas y en la desesperanza.
La segunda parte del Pregón en forma de prefacio eucarístico, narra la historia de salvación, desde el Génesis con el pecado original, que es la causa de la desunión de la humanidad con Dios, pasando por el Éxodo, donde se presentan la historia acontecida con el pueblo de la antigua alianza, las manifesta-ciones de Dios con su pueblo, desde la liberación de la esclavitud en Egipto hasta las maravillas acontecidas durante el peregrinar de los israelitas por el desierto. Y todo esto llevado a su plenitud en la nueva y definitiva alianza hecha por Dios por medio de Cristo, Señor nuestro, pacto sellado en el suplicio de la Cruz, con la Sangre del Cordero inmaculado, que quita el pecado del mundo.
«Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y, derramando su sangre, canceló el recibo del antiguo pecado… Ésta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo. Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado…»
La tercera parte es la de la iluminación, la luz nueva, la luz de Cristo que viene a destruir las tinieblas del error, las tinieblas de pecado, Cristo es nuestra luz, toda la simbología litúrgica de la Vigilia Pascual está impregnada de la Nueva Luz, Luz que nace del Fuego Nuevo, que se perpetuara en el Cirio y en todos los nuevos hijos de Dios, nacidos de las aguas del Bautismo, llama-dos a ser luz en medio de las tinieblas del mundo, la Luz del Cirio fecunda las aguas de la Pila Bautismal donde hace nacer nuevos hijos para la Iglesia.
«Ésta es la Noche de la que estaba escrito: «Será la Noche clara como el día, la noche iluminada por mí gozo.»… Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos. Amén.»
En conclusión podemos decir que el Pregón Pascual es una rica pieza eucológica, con un profundo contenido catequético, que ayuda tanto a los catecúmenos que en esa noche serán regenerados en las aguas santas del bautismo e injertos en la gran familia de Dios, como a los cristianos a comprender toda la historia de salvación, las maravillas y la misericordia que Dios hizo con los hombres.
Eliar Alberto Alonso Berríos
IV año de Teología
Diócesis de León
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