El color litúrgico en este tiempo es blanco. Entre sus signos y símbolos pascuales tenemos:
La Palma, la rama verde se consideran universalmente símbolos de victoria, de ascensión, de regeneración y de inmortalidad. Las palmas del domingo de Ramos prefiguran la resurrección de Jesucristo al terminar el drama del Calvario y la esperanza de nuestra propia resurrección.
Las flores: Son el fruto del jardín del Calvario, del jardín de la Resurrección. Las flores son el fruto temprano la primavera radiante en su primer plenilunio. Las flores hablan siempre por sí solas de fragancia, de belleza, de fruto, de pureza, de vida.
La luz: Jesús es la luz del mundo. Su Resurrección es la luz que disipa definitivamente las tinieblas del pecado y de la muerte. La liturgia de la Iglesia recrea este Misterio de la luz con el fuego de la Vigilia Pascual y con el Cirio (el Cirio simboliza la luz. La mecha hace fundir la cera, y así la cera participa en el fuego: de ahí la relación con el espíritu y la materia. En el Pregón Pascual se hace la alabanza del Cirio como imagen del lucero que no conoce ocaso: Jesucristo resucitado.), su simbólica imagen resucitada, su nuevo y definitivo icono pascual.
La palabra: La Resurrección estaba presente en la entraña misma de las Escrituras, de la Palabra de Dios. La Vigilia Pascual tiene por ello una Liturgia especial de la Palabra y el lugar de la Palabra -el ambón, el atril- aparece florecido en Pascua.
El agua: Jesucristo es el agua viva, el manantial de la vida, la fuente de esperanza, el hontanar de la felicidad, es signo de vida, de limpieza, de purificación, de fecundidad. La Liturgia Pascual venera de modo especial el agua bendecida en la Noche Santa y en esta agua renueva su fe y promesas bautismales.
El pan: Jesucristo es el pan vivo bajado del cielo. El pan se convierte en su Cuerpo, llagado y resucitado, y quien lo come tiene ya en prenda la vida eterna.
El vino: Jesucristo nos dejó su Sangre derramada como bebida para la remisión de los pecados y encomendó a su Iglesia, a sus sacerdotes, hacer memoria de ella. Jesús Resucitado es el vino nuevo y definitivo, que sacie y no embriaga.
El incienso: El incienso era en la cultura pagana uno de los símbolos de la divinidad. En la Liturgia cristiana es también expresión de adoración y veneración. El incienso es usado especialmente en las Liturgias Pascuales. “Suba nuestra oración, Señor, como incienso en tu presencia”.
El aleluya: Jesucristo, en sus apariciones, llama a sus apóstoles y discípulos a la alegría. La palabra alegría en griego es “aleluya”. El “aleluya” es utilizado en la Liturgia Pascual de manera permanente. Su Resurrección es la alegría que nadie nos podrá arrebatar.
La paz: Jesucristo es nuestra paz, es el Príncipe de la Paz. Con su Muerte y Resurrección ha hecho la paz y la reconciliación para siempre. Su saludo, en las apariciones tras la Resurrección, es una invitación a la paz. La paz es credencial de la Resurrección.
-La misión: “Id a Galilea…”, “¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”. “Id y predicad el Evangelio a todas las gentes…”. La Pascua no puede esperar. La gloria en nosotros y para nosotros del Resucitado no puede esperar. El Cielo no puede esperar. Pero todo ello se gana en la tierra anunciando la Buena Nueva de Dios y esperando su venida gloriosa.
Vivir la Pascua, es vivir el paso de la muerte a la Resurrección con Cristo, es tener en cuenta que Cristo ha roto las cadenas del pecado para liberar al hombre de todo mal, vivamos este momento con la debida disposición y alegrarnos de la victoria de Cristo sobre los poderes de mal.
Edgard Antonio Balmaceda Escorcia
II año de Teología
Diocesis de Matagalpa
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