Eliar Blandón CC. Archivo |
El género humano posee elementos distintivos que nos hacen superiores a otras especies, puesto que somos seres inteligibles, cada cabeza es un mundo en la cual giran ideas que difieren en mayor o en menor grado con respecto a un ente, sin embargo, podemos afirmar que todos nos adherimos a un denominador común. Ciertamente la política nos une, sí hacemos remembranza de esta palabra quizás notemos que ha perdido su sentido original, partiendo de su raíz, política es derivación del morfema raíz polis, que connota ciudad donde se concentraba la mayor parte de la población, por ende todo ciudadano debía de participar de las cosas que corresponden a la ciudad, principalmente en Atenas, por consiguiente en este mundo contemporáneo se vende una tergiversada noción de la política haciendo de ésta un homónimo de corrupción, de hecho Aristóteles sostiene que somos animales políticos (Ética a Nicomano). Esto me lleva a concluir que no existen personas apolíticas, porque sería negarse el derecho natural y nadie en absoluto se niega ese derecho ya que participan de la política de forma activa o pasiva. Aunque alguien no tenga preferencia política no le quita el carácter de político.
Platón a sabiendas de esta realidad hace una relación intrínseca, en la cual no hace menor dicotomía entre filosofía y política, al parecer son polos opuestos pero sí desarrollamos la cosmovisión platónica de filosofía veremos que no existe disparidad. La filosofía es la contemplación de la verdad que es inmutable, eterna e imperecedera (Platón se ve influenciado por Parménides y relaciona verdad y movimiento) entonces quién contempla la verdad trasciende de la apariencia a la realidad y penetra en la esencia de las cosas, esta proposición Platón la desarrolla en el mito de la caverna ( Platón la república libro Vl 387 a.c); cuando el filósofo logra contemplar al sol que simboliza la idea del bien, que es para él superlativo de felicidad, cuyo punto céntrico difiere enormemente en relación al falaz concepto que hemos formulado al respecto, los griegos no vinculan felicidad con riqueza o portentosos cargos, sino que lo vislumbran en dos dimensiones: (ataraxia) ausencia de las preocupaciones y el placer (hedone que da origen al hedonismo) que no indica precisamente sensualidad sino en el amar lo que uno hace, placer que me arrastre a un vicio no es placer, de tal manera la prudencia debe imperar en la toma de decisiones según los epicureistas. Podríamos sintetizar que la palabra felicidad revela bienestar.
El filósofo goza de cierta hegemonía con respecto a las cosas sensibles, porque al ser un contemplador de la verdad concluye que la riqueza y el poder son solo sombras que no constituyen el bien supremo que es la felicidad y la verdad. Solamente el filósofo es capaz de ser feliz debido a que en su interior reside la verdad y ¿quién puede transmitirnos mayor felicidad que el filósofo? El bienestar engendra bienestar, de tal modo el filósofo desde de lo más profundo de sus entrañas genera felicidad y conociendo la verdad en sí no la traicionaría, actuaría conforme a la justicia, que según platón es hacer lo que a le cada quien le corresponde, por consiguiente, la misión del filósofo es procurar el bienestar a las clases sociales incluyendo el proletariado y gobernar con justicia que es la virtud política por excelencia y en esto consiste la aristocracia o la utopía política de Platón.
Platón arguye que las formas de gobierno están ligadas al alma, tanto así que concluye que el estado es un eco o reflejo de la misma, por ende Estado que no es justo no es Estado es tan solo una mutación producto de la evolución retrógrada del concepto de aristocracia.
Esta evolución se va categorizando conforme a sus características, pero este conocimiento no es producto de la abstracción lógica, sino de la experiencia histórica de Grecia en, la cual logra sistematizar cuatro estados: timocracia, oligarquía, democracia y tiranía (Platón, la República libro Vlll 387 a.c).
La timocracia (timocracia del griego timé honor, y kratia gobierno) nace propiamente del seno de la aristocracia, al mando se encuentran personas económicamente fuertes y adictos al honor que degeneran desmesuradamente su integridad filosófica; razón por la cual en su interior siempre están presente los conflictos, la voz racional y la antagónica inclinación al honor desencadenante de vicios que a su vez son el confort que garantizan estabilidad. La timocracia es el nivel intermedio entre aristocracia y oligarquía.
Por su parte la oligarquía nace cuando los gobernantes se percatan que para conservar el honor, el dinero es principio básico; y que a través del dinero se puede aspirar a un poder superior, y condicionando las leyes a su favor logrará su cometido. Ellos desprecian los hombres buenos y se convierten en ladrones haciendo su gobierno una elite de nobles que impedirá la superación del pueblo; descuidarán por completo la educación como consecuencia habrá una rivalidad entre pobres y ricos, que será un detonante que desembocará en tragedia.
Una vez destronada la oligarquía por el pueblo es el pueblo quien toma el poder, la multitud domina, a esto denomina Platón democracia. Sin duda alguna la más bella, pero la más perjudicial porque carecen de formación adecuada, y las masas populares son injustas ya que se dejan persuadir muy fácilmente (esta democracia es muy diferente a la que conocemos, los países demócratas practican la aristocracia en la democracia).
Al dejarse persuadir fácilmente por determinada persona empieza la tiranía cuyo epicentro o crítica será el dejarse dominar por sus pasiones y el dominio total a los demás, hará entonces todos sus caprichos, serán infelices por antonomasia.
Sintetizando lo dicho podemos concluir que todo ser racional es político y la aptitud de los mandatarios es requisito primordial para conformar la llamada aristocracia, que da origen a la timocracia, oligarquía, democracia y tiranía como deformaciones que se deslindan, pero si actualizamos estos conceptos teóricos preguntémonos ¿Cuál de estas realidades se adecúa a nuestra amada Nicaragua?
ELIAR OMAR BLANDÓN GADEA
Seminarista de Primer año de Filosofía
Diócesis de Jinotega
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