domingo, 26 de junio de 2016

AMORIS LAETITIA EN LA PASTORAL DE LA IGLESIA

De manera providencial ha llegado este documento a la pastoral de la Iglesia. El mundo necesitaba tener claro el papel que juega la Iglesia ante el “fracaso matrimonial”. La familia es la joya preciosa a la cual se debe custodiar, jamás permitir que ella sea ultrajada ni manipulada.

Amoris laetitia, es la Exhortación Apostólica Post-sinodal del Santo Padre Francisco en la cual recoge una serie de líneas pastorales en torno a la familia, especialmente aquellas que debido al «cambio antropológico-cultural hoy influye en todos los aspectos de la vida y requiere un enfoque analítico y diversificado» (AL 32). La familia muchas veces se siente atacada por las ideologías contrarias a la doctrina cristiana, en ocasiones es vulnerable por el concepto de matrimonio que la sociedad quiere imponer. Este es un cambio en el cual se percibe claramente una «comercialización de la sexualidad» (Martini & Sporschill, 2008) que degrada el sentido del matrimonio.

El Papa manifiesta que los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Antes bien, la Iglesia debe señalar que la institución del matrimonio fue elevada a la dignidad de sacramento por nuestro Señor Jesucristo, para que así los esposos (varón y mujer) se amen con el mismo amor con que Jesús ama a su esposa la Iglesia.

Muchos no sienten que el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia haya sido un claro reflejo de la predicación y de las actitudes de Jesús. Esto lo enuncia la sociedad porque ya ven “obsoleta”, “anacrónica” la idea de un matrimonio heterosexual o apegado al Evangelio. 

Consecuencia de ello es el fenómeno de una “cultura del descarte” que en palabras del Papa en esta Exhortación la considera como una “cultura de lo provisorio” en la cual se percibe la velocidad con la que las personas pasan de una relación afectiva a otra. Parece ser que todo en la sociedad es descartable, cada uno usa y tira, gasta y rompe, aprovecha y estruja mientras sirva, y cuando se vuelva inútil se tira por la borda (cf. AL 39).

El cristiano debe estar profundamente atento a la influencia de las ideologías que desvalorizan el matrimonio y la familia, la experiencia del fracaso de otras parejas a la cual ellos no quieren exponerse, el miedo hacia algo que consideran demasiado grande y sagrado, las oportunidades sociales y las ventajas económicas derivadas de la convivencia, una concepción puramente emocional y romántica del amor, el miedo de perder su libertad e independencia, el rechazo de todo lo que es concebido como institucional y burocrático (AL 40).

El cristiano es el hombre de la experiencia del amor de Dios en su vida, es el testigo leal de la fidelidad de Dios. El cristiano es capaz de amar, de conocer, de darse a los demás, de romper con las ataduras sociales y buscar agradarle solamente a Dios. El cristiano es el hombre que pone su confianza en la Providencia Divina.

El debilitamiento de la fe y de la práctica religiosa en algunas sociedades afecta a las familias y las deja más solas con sus dificultades. Culpa de ello, algunas veces, es la sociedad misma, también el desinterés y la poca atención de las instituciones del Estado, ya que éste tiene la responsabilidad de crear las condiciones legislativas y laborales para garantizar el futuro de los jóvenes y ayudarlos a realizar su proyecto de formar una familia para que cuando ésta ya esté instituida le brinde todos los medios eficaces para su sostenimiento, crecimiento y desarrollo en la sociedad.

Sin embargo, no todo es color de rosa. En reiteradas ocasiones la Iglesia acompaña a las parejas con dificultades, especialmente a aquellas que llegan al doloroso desenlace de la separación, que muchas veces es menester hacerlo. Esto quiere decir que no quedarán solos, la Iglesia, como Madre, les acompaña, les protege y les ilumina. Ella también sufre cuando les asiste en estos momentos de desconsuelo. La Iglesia a nadie excluye, antes bien, ella quiere que todos los hombres conozcan a Dios, se les da esta oportunidad en la Iglesia, vivir en el amor de Dios.

Por eso es preciso tener dentro de la pastoral prematrimonial una visión de pastoral del vínculo, en la cual se den elementos constitutivos para madurar el amor y así superar los problemas maritales. Esto solamente es posible gracias a la pedagogía del amor que prepara a los novios para buscar ayuda en las personas idóneas y capacitadas cuando surjan dificultades.

La manera ideal de realizar esto, pastoralmente hablando, es a través de una preparación de parte de la Iglesia a los novios. En un primer periodo está la preparación remota en la cual se haga madurar el amor con un acompañamiento cercano a los jóvenes; luego está la preparación próxima que tiene como objetivo que los novios no se preocupen demasiado por los innumerables detalles costosos para la fiesta, antes bien que se dediquen a meditar en el compromiso que van a adquirir; por último la preparación inmediata con la cual se ilumina a los novios a vivir la celebración litúrgica preparándolos con la oración mutua entre ellos y así darle vida y sentido a los gestos y ritos de la celebración.

En fin, todos debemos descubrir el valor y la riqueza del matrimonio. Tantos ejemplos de matrimonios santos que conocemos, que a pesar del abanico de problemas cotidianos luchan por seguir adelante, estos matrimonios fieles y felices son fermento en la pastoral de la Iglesia, el joven ve en ellos que amar a otra persona para toda la vida, tiene sentido cuando se ama desde Cristo y que los jóvenes sepan que la Iglesia les ama, les acoge, les prepara y les acompaña.

Referencias Bibliográficas
Martini, C. M. & Sporschill, G. (2008). Coloquios nocturnos en Jerusalén. Madrid: San Pablo.


BERICK JOSÉ MEZA SUAZO
Seminarista de Cuarto Año de Teología 
Diócesis de Estelí 

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