jueves, 17 de agosto de 2017

UNA HISTORIA DE AMOR EN MI VIDA


 Luis Francisco Tórrez Martínez
II año de Teología de la Diócesis de Matagalpa 


Soy originario de Sébaco, en mi familia somos ocho hermanos, yo el menor de los varones. Dios me ha concedido la gracia de venir de una familia muy católica, mi papá era  Delegado de la Palabra, yo desde muy pequeño acostumbraba ir a Misa sin el consentimiento de ellos.
Mi vocación nace en Juventud Franciscana (Jufra), en el 2008 viví mi retiro de conversión y posteriormente viví mi experiencia de noviazgo durante cinco años.
¿Cómo nació mi vocación? Yo nunca había pensado ser sacerdote, viví una vida normal como joven, pensando en mi futuro: mi carrera, mi esposa, mi casa, etc. En el 2010, después de diferentes experiencias alejado de Dios, tuve una crisis existencial, por lo que me dediqué mucho a la oración en la cual pedía se aclarara la vocación a la que Dios me llamaba. Como todo joven tenía muchas dudas y miedos, por lo que pedía al Señor que me ayudara a saber que quería de mí y sobre mi inquietud. Unas de las veces que solía pasear con mis amigos, encontré a la orilla del rio un crucifijo, que aún lo conservo, y eso fue la señal para decidir que Dios me llamaba al sacerdocio.
 En el mismo año, un amigo me invitó a que fuera a las convivencias vocacionales y fui a mediados de ese año, me gustó el ambiente y el 29 de enero de 2011 entré al Seminario Menor de Matagalpa, debo señalar que en este año lo que caló más en mi persona fue el área espiritual, una experiencia única en la que el Señor me fue mostrando y confirmando la llamada a esta vida vocacional en el camino de la formación al sacerdocio y, me atrevo a decir que, la oración personal en el Seminario es la mejor herramienta e instrumento de trabajo que el Señor nos da para discernir mejor nuestra vocación.
Pronto vinieron las responsabilidades a las cuales he hecho frente y sigo respondiendo por gracia de Dios.
Reconozco que Dios se ha mostrado misericordioso a lo largo de mi vida, por ello estoy muy agradecido por el don de la vocación. A lo largo de estos siete años me he sentido muy contento en la formación, porque he venido madurando, lo que en un primer momento fue una emoción ahora lo considero una elección de vida. Aspiro mucho a ser servidor a través de la santa Misa y la confesión.
Sin embargo, estimados lectores, esto es un camino de aventura y de fe, en donde Dios te va mostrando el vivir y el sentir del pueblo y lo que te pide para que seas un buen sacerdote; por ello reitero que son momentos de misericordia y en ella me siento realizado y quiero seguir dando lo mejor de mí, para una entrega total y magnífica al buen Dios con nosotros.
Agradezco a todas las personas que me han venido apoyando en la oración, a mis formadores, y espero que esta humilde historia de amor vocacional sirva para que muchos jóvenes se animen a seguir al Señor a través del sacerdocio, Dios les bendiga. 


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