Byron Antonio Flores Abril 2016, Fuente: Hernaldo |
Quiero compartir con ustedes como
llegué aquí, exponiéndoles algunos momentos importantes de mi llamada
vocacional. Crecí en una familia católica tradicional y lo máximo que recibí en
la formación cristiana fue mi bautismo, por lo tanto, desde este momento no
conocí nada del cristianismo o de la doctrina de la Iglesia y para mí llegó a
ser ilógico ser cristiano, es decir, ¿Por qué ser cristiano? ¿Por qué ser
católico? En la adolescencia no me
interesaba y era absurdo llevar
reglas, mandamientos, eso no era vida
para mí. En cambio, con mis amigos, fuera de todo sentido religioso, compartía
fiestas, drogas; éramos personas sin moral, queridos entre nos, odiados por
toda la sociedad. Esto si era felicidad para mí, no conocía algo más bello que
“disfrutar de la vida” de esta manera.
Pero
Dios en su infinita misericordia por medio de los hermanos de pastoral juvenil,
me invitó a un retiro de conversión para jóvenes, ellos me hablaron de la
felicidad; mi pregunta era ¿Cuál felicidad o qué era lo bonito que ellos decían
de este retiro o del ser cristiano? Me dio curiosidad el retiro para jóvenes, le comenté a mis
amigos lo que ellos (los jóvenes que me invitaron al retiro) me decían acerca
de la felicidad y además era seguro que
muchachas participarían y les dije: ¡vamos! Y nos fuimos sin saber la
sorpresa que Dios me tenía al hacerme cambiar de opinión.
Byron Flores Abril 2016, Fuente: Hernaldo |
Da
inicio el retiro de tres días del 9 al 11 de septiembre de 2010 mientras
pensaba, y estos: ¿qué me van a decir? Mi sorpresa fue ver cristianos alegres y
lo más sorprendente un sacerdote muy carismático y alegre también, para mí eso
fue muy interesante porque entonces sí existía otra forma de ser feliz y aún
más misterioso para mí porque ellos no necesitaban drogas, ni nada de lo que yo
consideraba felicidad, solo Dios basta y así viví este retiro con intensidad.
Este cambio mi pensamiento; lo que veía en ellos, era una felicidad buena y sin
cobros, no como la del mundo. He ahí el inicio del caminar hacia la tierra
prometida, desde entonces se suscita en mi un gran amor por la juventud y
ayudar a aquellos que están en el mundo, así me realicé dentro de la iglesia
trabajando por los jóvenes (misión, retiros, encuentros, vigilias, etc.). En
este momento decidí iniciar el camino vocacional; estaba terminando mi
secundaria y la gran pregunta era, ¿qué voy a ser yo? La verdad no me ubiqué en
el mundo social, tenía mi novia y todo parecía estar bien, pero había en mi
corazón ese eco y ya el Señor me suscitaba el querer ser sacerdote, pero me
daba miedo y duda por esto: ¿podré ser yo sacerdote? Lo digo por mi historia
antes de conocer a Jesús. Era
inconcebible para mí y para todos que siguiera este camino, pasé dos años
pensando y estudiando cada detalle, porque creí que era solo una idea, la
verdad no se fue en esos dos años. Cuando le comenté a mi novia, fue para ella
algo increíble, no me creía, ya no podíamos
ser novios porque mi convicción era: si resisto estar sin novia un año
antes de entrar al seminario, quizá pueda.
Participé
en encuentros vocacionales los que me ayudaron a decidir iniciar este proceso.
Al
llegar el momento de comentarlo en mi familia. Lo hice primero con mi mamá,
la que se sorprendió, pero igual me dijo: si es tu decisión yo te apoyo. Cuando
se lo comenté a mi papá, él radicalmente me dijo que no, que no tenía necesidad
alguna para estar fuera de casa. La verdad se le hizo difícil ya que éramos
tres hermanos. En ese entonces aparte de que estaba enfermo, tengo que
confesarles que sí me fue difícil dejarlo después de una cirugía; en mal estado
me dijo unas palabras que me golpearon mucho: “¡hijito! Y, ¿ahora quién me
cuidará?”, me sentí muy triste pero mi respuesta fue: “Dios lo cuidará”.
Confiando en Dios y en las palabras del papa San Juan Pablo II: “jóvenes no
tengan miedo, abran las puertas de su corazón de par en par”, decidí seguir al
señor y descubrir mi vocación; son tres años en este discernimiento, la verdad
han sido los mejores años de mi vida, algo realmente bueno. Mi lema es LA
ALEGRÍA. Y para mí la alegría es síntoma de felicidad, es olor a estar bien,
disfrutar de la vida. Si llego a ser sacerdote será lo más grande que Dios me
conceda y si no lo llegará, ya es una bendición el haberme sacado del mundo de
los indiferentes. Hermanos, solo puedo decirles especialmente a los jóvenes: no
se dejen llevar por las fantasías de este mundo que se fuga más rápido que un
puñado de agua entre las manos, busquen la felicidad que Dios nuestro señor
Jesucristo les quiere dar, yo sé que les podrá ser ilógico, pero es lo mejor,
“haz la prueba y verás, que bueno es el señor” (Sal 33) y también te darás
cuenta hermano que:
Seminarista recibiendo el Sacramento de la Reconciliación Marzo 2016, Fuente: José Luis Diaz Cruz |
¡Cuando
para el mundo vales nada, para Dios eres su todo, porque somos sus hijos!
Byron
Antonio Flores Mejía
Diócesis de Jinotega
Seminarista,
1º año de Filosofía
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