sábado, 7 de mayo de 2016

¿CUÁL FUE EL CAMINO?

  
Byron Antonio Flores
Abril 2016, Fuente: Hernaldo
Yo soy Byron Antonio Flores Mejía, tengo 22 años de edad, curso I año de filosofía, pertenezco de la Diócesis de Matagalpa. Soy uno de cuatro hermanos, nacido en un entorno de familias pobres y de vida campesina,  humilde y trabajadora. Hoy quiero compartir con ustedes mi historia vocacional, lo que me atrevería a decir la nueva historia Abrahámica. ¿Por qué?

        Quiero compartir con ustedes como llegué aquí, exponiéndoles algunos momentos importantes de mi llamada vocacional. Crecí en una familia católica tradicional y lo máximo que recibí en la formación cristiana fue mi bautismo, por lo tanto, desde este momento no conocí nada del cristianismo o de la doctrina de la Iglesia y para mí llegó a ser ilógico ser cristiano, es decir, ¿Por qué ser cristiano? ¿Por qué ser católico? En la adolescencia  no me interesaba  y era absurdo llevar reglas,  mandamientos, eso no era vida para mí. En cambio, con mis amigos, fuera de todo sentido religioso, compartía fiestas, drogas; éramos personas sin moral, queridos entre nos, odiados por toda la sociedad. Esto si era felicidad para mí, no conocía algo más bello que “disfrutar de la vida” de esta manera.

Pero Dios en su infinita misericordia por medio de los hermanos de pastoral juvenil, me invitó a un retiro de conversión para jóvenes, ellos me hablaron de la felicidad; mi pregunta era ¿Cuál felicidad o qué era lo bonito que ellos decían de este retiro o del ser cristiano? Me dio curiosidad  el retiro para jóvenes, le comenté a mis amigos lo que ellos (los jóvenes que me invitaron al retiro) me decían acerca de la felicidad y además  era  seguro que  muchachas participarían y les dije: ¡vamos! Y nos fuimos sin saber la sorpresa que Dios me tenía al hacerme cambiar de opinión.

Byron Flores
Abril 2016, Fuente: Hernaldo
Da inicio el retiro de tres días del 9 al 11 de septiembre de 2010 mientras pensaba, y estos: ¿qué me van a decir? Mi sorpresa fue ver cristianos alegres y lo más sorprendente un sacerdote muy carismático y alegre también, para mí eso fue muy interesante porque entonces sí existía otra forma de ser feliz y aún más misterioso para mí porque ellos no necesitaban drogas, ni nada de lo que yo consideraba felicidad, solo Dios basta y así viví este retiro con intensidad. Este cambio mi pensamiento; lo que veía en ellos, era una felicidad buena y sin cobros, no como la del mundo. He ahí el inicio del caminar hacia la tierra prometida, desde entonces se suscita en mi un gran amor por la juventud y ayudar a aquellos que están en el mundo, así me realicé dentro de la iglesia trabajando por los jóvenes (misión, retiros, encuentros, vigilias, etc.). En este momento decidí iniciar el camino vocacional; estaba terminando mi secundaria y la gran pregunta era, ¿qué voy a ser yo? La verdad no me ubiqué en el mundo social, tenía mi novia y todo parecía estar bien, pero había en mi corazón ese eco y ya el Señor me suscitaba el querer ser sacerdote, pero me daba miedo y duda por esto: ¿podré ser yo sacerdote? Lo digo por mi historia antes de conocer a Jesús.  Era inconcebible para mí y para todos que siguiera este camino, pasé dos años pensando y estudiando cada detalle, porque creí que era solo una idea, la verdad no se fue en esos dos años. Cuando le comenté a mi novia, fue para ella algo increíble, no me creía, ya no podíamos  ser novios porque mi convicción era: si resisto estar sin novia un año antes de entrar al seminario, quizá pueda.

Participé en encuentros vocacionales los que me ayudaron a decidir iniciar este proceso. Al
Seminarista recibiendo el Sacramento de la Reconciliación
Marzo 2016, Fuente: José Luis Diaz Cruz
llegar el momento de comentarlo en mi familia. Lo hice primero con mi mamá, la que se sorprendió, pero igual me dijo: si es tu decisión yo te apoyo. Cuando se lo comenté a mi papá, él radicalmente me dijo que no, que no tenía necesidad alguna para estar fuera de casa. La verdad se le hizo difícil ya que éramos tres hermanos. En ese entonces aparte de que estaba enfermo, tengo que confesarles que sí me fue difícil dejarlo después de una cirugía; en mal estado me dijo unas palabras que me golpearon mucho: “¡hijito! Y, ¿ahora quién me cuidará?”, me sentí muy triste pero mi respuesta fue: “Dios lo cuidará”. Confiando en Dios y en las palabras del papa San Juan Pablo II: “jóvenes no tengan miedo, abran las puertas de su corazón de par en par”, decidí seguir al señor y descubrir mi vocación; son tres años en este discernimiento, la verdad han sido los mejores años de mi vida, algo realmente bueno. Mi lema es LA ALEGRÍA. Y para mí la alegría es síntoma de felicidad, es olor a estar bien, disfrutar de la vida. Si llego a ser sacerdote será lo más grande que Dios me conceda y si no lo llegará, ya es una bendición el haberme sacado del mundo de los indiferentes. Hermanos, solo puedo decirles especialmente a los jóvenes: no se dejen llevar por las fantasías de este mundo que se fuga más rápido que un puñado de agua entre las manos, busquen la felicidad que Dios nuestro señor Jesucristo les quiere dar, yo sé que les podrá ser ilógico, pero es lo mejor, “haz la prueba y verás, que bueno es el señor” (Sal 33) y también te darás cuenta hermano que:             

¡Cuando para el mundo vales nada, para Dios eres su todo, porque somos sus hijos!

Byron Antonio Flores Mejía
Diócesis de Jinotega 
Seminarista, 1º año de Filosofía


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