sábado, 7 de mayo de 2016

ELOGIO A UNA MUJER

Seminarista Ervin Jiménez
Vicariato Apostólico
3º año de Filosofía

En un país con grandes recursos naturales y con una variedad de cultura, como lo es Nicaragua, donde los ciudadanos se desarrollan en diferentes ambientes y bajo distintas circunstancias, existe, dentro de las cosas creadas por Dios, un ser que tiene una suma y singular  importancia en el desarrollo humano, la mujer, que junto al hombre, cumple el mandato, dado por Dios, de procrear, de reproducir la naturaleza humana, trayendo a este mundo a nuevos seres, hombres y mujeres, que continuarán este mandato y desempeñarán, cada cual, una misión dentro de la sociedad en la que se desarrollen.

Desde el momento en que se da la fecundación, la mujer,  asume una función importante, que ya, muchas veces, desde la infancia se presume y anhela ser,  llegar a esa etapa en la que, bajo diferentes circunstancias, asume la responsabilidad de ser madre. Es por ello que ser madre, por naturaleza, es propio de la mujer. Solo la mujer tiene ese hermoso don dado por Dios de traer al mundo una nueva vida.

En este sentido, solo ella, la mujer, puede llevarnos en su vientre durante nueve meses, soportando muchas veces, el trabajo de cada día, e incluso soportando la discriminación de aquellos que no sabemos valorarlas, amarlas y respetarlas. Sin embargo, la mujer, es aquella que lucha, que se sacrifica por dar a luz al fruto que lleva en su vientre, la que valora el don de la vida, la que goza y es feliz por ser la madre de un nuevo ser.


Seminarista Ervin Jiénez
en compañía de jugadores dela Selección de Futtbol
del Seminario Nacional.
Fuente: Faceboo
Es la madre soltera, la que ha sido abandonada, por alguien que no supo valorar su grandeza y respetar su dignidad. La mujer que con lágrimas en sus ojos, tiene que pasar tantos insultos, por una decisión inadecuada, por confiar en una persona que no supo amarla, por brindarle su amor al que más adelante le causaría dolor. La mujer muchas veces criticada por aquellos que no sabemos comprenderla, por los que no sabemos acompañarle en su fragilidad.

Es la madre soltera que también goza del apoyo de sus padres, la que es recibida y acogida, la que tiene muchas posibilidades para que sus hijos crezcan bien y no les falte lo necesario en su desarrollo. La que nunca pierde la esperanza y pone su confianza en Dios. La que se olvida de sí misma para entregarse por completo a sus hijos.

Es por tanto, la madre soltera ejemplo de lucha y entrega, de un gran amor para con sus hijos y de un total agradecimiento para aquellos que han sabido comprenderla, acompañarla, cuidarla y ayudarla. Son las que se preocupan para que sus hijos reciban una vida digna y puedan llegar a ser personas realizadas y que, con su vida, den ejemplo a una sociedad muchas veces indiferente y egoísta, donde cada quien se preocupa por sí mismo, sin importar el dolor ajeno.

Las mujeres y en especial las madres, son las forjadoras de valores, son las que te dicen, no hagas daño, valora a los demás, respeta a cada persona por lo que es; las que te aconseja; la que te dice con sinceridad: te quiero, hijo pórtate bien, ve con cuidado, eres importante, tú puedes hacerlo,  vuelve a intentarlo, no te desanimes, cuenta siempre conmigo, no te preocupes, todo saldrá bien, confía en Dios; la que con obras concretas te da muestra del amor que te tienen.
Seminarista Ervin Jiménez con sus compañeros de curso
Fuente: Facebook

La que te acompaña a la escuela y quiere una buena educación para tu vida, aunque muchas veces ella no sepan leer y escribir; la que se alegra por cada año aprobado en la escuela, la que se sienta a tu lado para hacer la tarea, la que te motivan a estudiar y está pendiente de cómo vas, la que nota lo que has mejorado y lo que debes mejorar.

La mujer es la compañera de camino, la que con nosotros tropieza y se levanta, que goza con nuestros triunfos, la que llora por nuestras penas. La que cumple muchas funciones, todo para el bienestar de su familia. Es la transmisora de costumbres y tradiciones dentro de la familia y en favor de la sociedad.

En situaciones de pobreza, es la que prefiere pasar hambre y que sus hijos coman, la que prefiere aguantar frío, con tal que sus hijos duerman abrigados, la que camina descalza porque solo ajustó para tus zapatos. La que trabajando en el campo con el sudor de su frente paga tus estudios,  la que trabaja de costurera, la que trabaja como ama de casa, la que se desvela en los hospitales como enfermera, la doctora, la que cumple la función de maestra en la escuela, la que trabaja dentro de la Iglesia y la que te inculca los valores cristianos.

Es la que te prepara la mejor comida por muy sencilla que sea, la mujer más querida por los hijos. Por ser madre se le celebra un día en especial y a ella son dirigidos tantos poemas, pensamientos y canciones bellas. Las madres en nuestra cultura ocupan un lugar importante, ya que muchas veces, son madres y padres y ¿quién no va a estar agradecido con ellas, por tanto valor, amor y entrega?

Es la abuela que con tanta experiencia te cuida y aconseja. La que te cuenta la historia de su vida, la que te chinea cuando eres pequeño. La mujer que, aunque tenga arrugas en su piel, sus sentimientos de amor no envejecen sino que se renuevan amando a cada nieto que nace y crece.
Es la mujer portadora de vida, la que siempre estará a tu lado, la que busca tu felicidad, la que cuya maternidad consiste en amarte, cuidarte y ayudarte a llevar una vida digna que ellas muchas veces no tuvieron.

Para una mujer, ser madre consiste en amar a sus hijos, en ser capaces de darles lo mejor, en desgastar su vida para que tengan lo necesario en su desarrollo humano, en brindarles el tiempo para estar a su lado, para acompañarles, para que no se sientan solos. La mayor felicidad de una madre es ver a sus hijos felices, la mayor felicidad de un hijo es tener a su madre.

Por ello invito a que conociendo la importancia de la mujer y reconociendo su dignidad seamos capaces de valorarlas y respetarlas. Ellas son lo más valioso que tenemos, son el amor encarnado de Dios.


Ervin Jiménez
Seminarista, 3º año de Filosofía 

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