sábado, 7 de mayo de 2016

MARÍA MADRE DE MISERICORDIA, EN EL MAGISTERIO CONTEMPORÁNEO



Francisco Blandón en el Coro de la Capilla del Seminario
Fuente: Facebook 
El siguiente artículo lleva por título: María Madre de Misericordia en el Magisterio Contemporáneo. Es una mirada amplia y resumida sobre aquellas afirmaciones más importantes del Magisterio eclesial después del Concilio Ecuménico Vaticano II, atravesando los pontificados desde Pablo VI hasta el Papa Francisco.
En María Santísima, Madre del Verbo, se tiene la certeza de encontrar la misericordia de Dios y nadie como ella ha experimentado en carne propia el Misterio Pascual de Jesucristo. María, elegida desde la eternidad está unida con aquél que salvó al mundo del dominio de la muerte y del mal. Por consiguiente es mujer llena de esperanza,  no encerrada en sí misma, sino preocupada por servir a los demás. Quien está estrechamente unido a María, su tendencia siempre será adherirse a Cristo, su Hijo. Es tan misericordiosa que las peticiones dirigidas a ella jamás serán desatendidas porque es puente de acceso al amor de Dios.

Encarnación, Redención, Maternidad, Intercesión, Participación, Misericordia.

Francisco Blandón celebrando la Natividad del Señor
Fuente: Facebook
Madre de Misericordia es uno de los títulos con los que la Iglesia honra a la Madre de Dios, la Bienaventurada Virgen María, en atención a los méritos de su Hijo a quien está estrecha e indisolublemente ligada y enriquecida. (LG 53) Pues «de manera singular y excepcional ha experimentado —como nadie— la misericordia y, también de manera excepcional, ha hecho posible con el sacrificio de su corazón la propia participación en la revelación de la misericordia divina» (DIM 9).

Este hecho tan singular, sin lugar a duda, le viene de su participación en la obra de la Redención en base a su Maternidad; es decir, el Verbo se hizo carne en ella, uniéndola así a su plan de misericordia y satisfacción con su culmen en la cruz. Esta realidad genera admiración y confianza en su poder, y lleva a los hijos a acudir a ella, pidiendo su intercesión por uno mismo y por todos los hombres. «En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo… no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad» (CEC 495).

El Papa San Juan Pablo II enfatizaba el hecho de que María fue capaz de ver en el plan misericordioso de Dios hacia los hombres, la manera de proclamar las maravillas que el Poderoso había realizado en su vida (Lc 1, 49). Desde el momento de la Encarnación, ella veía en su maternidad un plan de Dios lleno de «misericordia de generación en generación» (Lc 1, 50). Además, participó en la revelación de la misericordia con el sacrificio de su propio corazón.Al pie de la cruz, ella vio el amor misericordioso ilimitado de Dios hacia sus hijos, los hombres, y fue incorporada a ese misterio particularmente por la unión de su corazón al Sagrado Corazón de su Hijo (LG 57).
Francisco Blandón y fieles laicos en las tradicionales posadelas
Fuente: Facebook

En este sentido, San Juan Pablo II  presentaba a María como la agraciada, a quien se admira y se invoca, pero a la vez, incorpora a los hombres a ese misterio de amor insondable del Padre (Cfr. DIM 9). Es Madre de Misericordia «porque al pie de la Cruz, Jesús le confía a su Iglesia y a la humanidad» (VS 120). Y dócil al Espíritu experimenta la docilidad de la universalidad del amor de Dios, «perseveraban unánimes en la oración, juntamente con las mujeres y con María, Madre de Jesús, y con sus hermanos» (Hch 1, 14), y luego «Ella, asunta al cielo, no ha abandonado su misión de intercesión y salvación» (MC 18).

Ya nos lo recordaba el Papa Benedicto XVI, que la Virgen María ha sido destinada a ser familia de los discípulos de Jesús que nos enseña a crecer, esperar y amar como lo hizo Jesucristo. (SS 50) «Hoy es ella quien nos muestra el modo de abrir la mente y nuestro corazón a la fuerza del Espíritu Santo, que viene a ser comunicado al mundo entero» (Aparecida 2017).

Recientemente, el Papa Francisco, en ocasión del Año Santo de la Misericordia, piensa a la Virgen siempre en faena, haciendo siempre algo por nosotros. Ve a María como Madre de Misericordia; nos invita pedirle descubrir la alegría de la ternura de Dios. Nos había dicho ya el Papa que «Cristo nos lleva a María, (…) porque no quiere que caminemos sin una madre, porque al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono femenino» (EG 285).

Francisco Blandón, predicando el día del Buen Pastor
Fuente: Facebook
Siguiendo el pensamiento del Papa Francisco observamos que tiene la absoluta certeza de que nadie como ella conoció la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Y, contemplándola, exclama: ¡todo en ella fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne! Desde el inicio y sin final, porque María, que participó íntimamente en el misterio del amor de Jesús, entró ya en el santuario de la misericordia divina.

Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María fue preparada desde siempre por el amor del Padre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús, y con justa razón, la invocamos como Madre de Misericordia. Y en esa historia de amor, ya nos había dicho el Papa que «como verdadera madre, María camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios…; en ella encontramos la fuerza de Dios, para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida. Como a san Juan Diego, María nos da la caricia de su consuelo maternal y nos dice al oído: No se turbe tu corazón […] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?» (MV 24).

Porque entre las cosas que María guardó en su corazón está también la misericordia de Dios, de la que tuvo una experiencia privilegiada en el calvario, porque al pie de la cruz, María fue testigo de las palabras de perdón que salieron de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a quienes lo crucificaron nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de Dios. Bien podemos decir que María da testimonio de que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a nadie. A ella la invocamos siempre con la antigua y nueva oración de la Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.
Seminaristas: Milton Lorente, Francisco Blandón y Rudy
de la Diócesis de Jinotega

La misericordia de Dios siempre actúa para salvar. Es todo lo contrario de las obras de quienes actúan siempre para matar. Por tal motivo, a María la llamamos abogada nuestra. El Señor, mediante su Sierva, guía a su pueblo por el mundo, educándolo en la fe para realizar con Él la eterna y definitiva alianza iniciada en el SÍ de María.

Es tanta la misericordia divina que en María alcanza la expresión más hermosa porque es Madre, discípula y Virgen. «No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Será grande, llevará el título del Hijo del Altísimo» (Lc 10, 30-31).

Por tanto, en esta relación con la Santísima Virgen María, nos damos cuenta que su origen y destino está en Dios mismo quien la eligió y por ende quiso que fuera Madre de Misericordia porque proviene del corazón del Padre, la ha fortalecido el Espíritu Santo y de su Hijo ha recibido el encargo de esparcir en el mundo el amor, el perdón y la misericordia misma.

Alzar nuestra mirada al cielo, no con vagas ilusiones, sino con esperanzas es entrar muy dentro del corazón y encontrar a María. Sin embargo, hallarle no es para seguir con la misma vida, es para comenzar a trabajar en lo que nos manda: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2, 5).

Francisco Blandón
Fuente: Hernaldo
La devoción a María como Madre de Misericordia tiene que notarse en el testimonio de vida; ¿nos ayuda a ir creciendo en la ternura y el cariño? (EG, 288). Ese es el estilo mariano de la actividad evangelizadora: la ternura, la cultura del encuentro, la actitud hospitalaria que cura al herido, sana al enfermo y lo lleva pronto a su casa, a la casa del Padre para elevar cantos de acción de gracias.

En otras palabras, desde el Vaticano II, se ha querido explicar cuidadosamente la función de la Bienaventurada Virgen María en el misterio del Verbo Encarnado y del Cuerpo Místico, la Iglesia, (LG 54) y por eso los Papas posteriores a este gran acontecimiento eclesial, siguiendo el pensamiento de los Santos Padres y de la tradición, no encontraron ningún problema en llamar a María, Madre de Misericordia, pues en su persona se realiza de manera más perfecta la obediencia debida a Dios y esto conlleva a invocarla no sólo como la Mediadora de todas las gracias, sino también como Madre de Misericordia, que nos dona el amor que recibió del mismo Dios.

Juan Francisco Blandón Castro
Seminarista, 4º año de Teología
 jfrancisco0310@gmail.com

CONSULTAS BIBLIOGRÁFICAS
Benedicto VI, Discurso al final del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, sábado 12 de mayo de 2007.
Benedicto XV, Carta Encíclica SpeSalvi, Roma 30 de noviembre de 2007.
Catecismo de la Iglesia Católica, IMAGE.
Concilio Vaticano II, Documentos completos, SAN PABLO.
Juan Pablo II, Carta Encíclica Dives in Misericordia, Roma 30 de noviembre de 1980.
Juan Pablo II, Carta Encíclica VeritatisSplendor, Roma 06 de agosto de 1993.
Pablo VI, Exhortación Apostólica MarialisCultus, Roma 02 de febrero de 1974.
Francisco, Exhortación Apostólica EvangeliiGaudium, Roma 24 de noviembre de 2013.

Francisco, Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la misericordiaMisericordiaeVultus, Roma 11 de abril de 2015.

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