sábado, 7 de mayo de 2016

¿MUJER NICARAGÜENSE O MUJERES NICARAGÜENSES?

Trilladas pueden sonar ya aquellas palabras de Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mi circunstancia», pero
Walter Roiz en compañía de su obispo Mons. Bosco
Fuente: Facebook
volvamos a ellas unas vez más para hablar un poco de la mujer. Pues desde esta perspectiva, al preguntarnos por la mujer nicaragüense, tendríamos que preguntarnos por la circunstancia de la mujer en Nicaragua, aún más cabría también preguntarnos ¿existe “la mujer nicaragüense” o acaso solo existen mujeres nicaragüenses? Tengo que hacer la salvedad que si Simone de Beauvoir leyese este artículo seguramente lo censuraría, pues le parecería inconcebible que un hombre escribiera sobre las mujeres, sería continuar un error histórico y aparte estaría sesgado pues ya sería una visión que toma postura.

Ilustremos lo que digo con sus palabras «¿Cómo es posible, entonces, que esta reciprocidad no se haya planteado entre los sexos, que uno de los términos se haya afirmado como el único esencial, negando toda relatividad con respecto a su correlativo, definiendo a este  como  la  alteridad  pura?  ¿Por  qué  no  ponen  en  discusión  las  mujeres  la  soberanía masculina? Ningún sujeto se plantea, súbita y espontáneamente, como lo inesencial; no es lo Otro lo que, al definirse como Otro, define lo Uno, sino que es planteado como Otro por lo Uno, al plantearse este como Uno. Más para que no se produzca el retorno de lo Otro a lo Uno, es preciso que lo Otro se someta a este punto de vista extraño. ¿De dónde le viene a la  mujer esta sumisión?»

Ahora digiramos un poco, para Simone de Beauvoir el hombre siempre se ha visto como lo Uno, entonces al hablar de la mujer siempre lo ha hecho como lo Otro, pero aún las mujeres lo han asumido y siempre actúan desde esta condición de lo Otro, una relación de alteridad acaso no planteada y de allí vendría el descrédito de mi escribir, pero aprovechemos que la escritora del “Segundo sexo” ya no puede refutarme y atrevámonos a dar una ojeada a vuelo de pájaro a la situación de la mujer en Nicaragua.

Se puede decir que en nuestro país ha habido dos formas de ser y comportarse como mujer; las sin voz, que aunque digan no dicen y aunque hagan no hacen y las con voz, que se han impuesto en la historia y hasta han entrado en los libros de historia de las escuelas, es simpático que hasta hoy solo el grupo de las con voz sea laureado y homenajeado. Uno de estos días leía un homenaje a las mujeres nicaragüenses en el suplemento cultural de un periódico X y fue gracioso leer todos los aplausos a las mujeres “primeras” de la patria, que curiosamente tenían apellidos muy conocidos, esas “matronas” nicas, compartían la bonanza económica, quizás como legado familiar. La mayoría cumplían con un cliché señalado por Simone de Beauvoir, en la obra que antes hemos citado, que tiene origen en una condición biológica natural, pero probablemente mal entendido y mal aplicado, leámoslo:

«El  proletariado podría proponerse llevar  a cabo la matanza de la clase dirigente;  un judío o un negro fanáticos podrían  soñar  con  acaparar  el  secreto  de  la  bomba  atómica  y  hacer  una  Humanidad enteramente judía o enteramente negra: la mujer, ni siquiera en sueños puede exterminar a los varones. El vínculo que la une a sus opresores no es comparable a ningún otro. La división de los sexos es, en efecto, un hecho biológico, no un momento de la historia humana. La pareja es una unidad fundamental  cuyas dos mitades están remachadas una con otra: no es posible  ninguna  escisión  en  la  sociedad  por  sexos.  Eso  es  lo  que  caracteriza fundamentalmente  a  la  mujer:  ella  es  lo Otro  en el  corazón de una totalidad cuyos  dos términos son necesarios el uno para el otro».
Su Exa. Rvma. Mons. Silvio junto a Walter Roiz
Fuente: Facebook

En lenguaje coloquial podemos decir que la coexistencia hombre-mujer es impensable pues se trata de una relación necesaria y de mutua dependencia, sin embargo en algún momento de la historia de la humanidad, la relación sana y natural empezó a ser una relación desigual con un Otro en dependencia de un Uno y en nuestro país no se ha dado la excepción, pongamos algunos ejemplos: ¿Qué sería de Rafaela Herrera sino ha muerto su papá?, es decir su acto heroico venerado está a la sombra de la figura paterna. ¿Hubiese llegado doña Violeta Barrios de Chamorro a la presidencia si su esposo no hubiera sido asesinado? Es claro que no, y aquí la situación es más dramática, pues en un sondeo rápido ¿Quién no recordará la polémica figura de Antonio Lacayo y su singular cargo de ministro de la presidencia? Así podríamos seguir citando ejemplos  de mujeres de nuestra historia que han estado a la gracia de la figura masculina y han desempeñado estupendamente su condición de Otro,  a la sombra del Uno.

Hasta ahora no hemos referido solo al primer grupo, pero nos queda un segundo, el de las sin voz, a este pertenecen la mayoría de las mujeres, desde la mítica Itzá de la novela “La mujer habitada” de Gioconda Belli, hasta la abuela y la madre de los que leen este artículo. Aquí llegamos a  un punto importante, pues las corrientes extremadamente feministas de nuestros días tratan de que la mujer precisamente sea hombre y solo entonces, según esta mentalidad, logra ser. Regresemos a una novela de la ya mencionada escritora Gioconda Belli, ahora nos referimos a “El país de las mujeres”, pues ahí se desarrolla  una interesante mezcla entre ambos grupos, por una parte las mujeres logran desplazar a los hombres y muestran que son capaces de “ser”, y por otro no abandonan su condición natural de mujer. Es realmente una visión interesante y en algunos puntos hasta puede que acertada, pues las mujeres de la novela que incluso llegan al poder han logrado vencer la barrera que en la realidad nunca han vencido, han logrado llegar al poder siendo mujeres, pensando como mujeres, es cierto que en Latinoamérica recientemente hemos tenido el gobierno de varias mujeres, algunos de ellos amargas experiencias de nuestros pueblos hermanos, sin embargo, estas mujeres no han podido llegar al poder siendo mujeres, han tenido primero que llegar a “ser” y solo después han asumido el poder.
Walter Roiz
Fuente: Facebook

Pero retornemos al punto de partida, ¿cuál ha sido la historia de las sin voz en Nicaragua? ¿No ha sido acaso la respuesta a la que las circunstancias les han planteado?, ¿No es cierto que hayan logrado ser mujeres sin enajenarse? Que han construido respondiendo, y es que ¿Será posible que puedan ser de otra forma? llegará acaso el día en que se planteen como como el Uno de la relación de alteridad sin perderse. Esto nos lleva a ese otro punto que hemos planteado al inicio ¿Existe la mujer nicaragüense en abstracto como ser o solo existen mujeres en su ser individual? El artículo no pretende responder, sino plantear la interrogante y de aquí hay mucho camino por recorrer, muchos aspectos que se podrían analizar pero por ahora dejémoslo allí y terminemos citando nuevamente a Simone de  Beauvoir:

«Los  proletarios  dicen  «nosotros»;  los  negros,  también.  Presentándose  como sujetos, transforman en «otros» a los burgueses, a los blancos. Las mujeres -salvo en ciertos congresos, que siguen siendo manifestaciones abstractas- no dicen «nosotras»; los hombres dicen «las mujeres» y estas toman estas palabras para designarse a sí  mismas;  pero no se sitúan auténticamente como Sujeto. Los proletarios han hecho la revolución en Rusia;  los negros,  en Haití;  los indochinos luchan en Indochina: la acción de las mujeres no ha sido jamás sino una agitación simbólica, y no han obtenido más que lo que los hombres han tenido a bien otorgarles;  no han tomado nada: simplemente han recibido.  Y es que las mujeres carecen de los medios concretos para congregarse en una unidad que se afirmaría al  oponerse. Carecen de un pasado, de una historia, de una religión que les sea propio… Viven dispersas  entre  los  hombres.»

Walter Roiz
Diócesis de León

Seminarista, 1º Teología 

No hay comentarios:

Publicar un comentario