Trilladas
pueden sonar ya aquellas palabras de Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mi
circunstancia», pero
volvamos a ellas unas vez más para hablar un poco de la
mujer. Pues desde esta perspectiva, al preguntarnos por la mujer nicaragüense,
tendríamos que preguntarnos por la circunstancia de la mujer en Nicaragua, aún
más cabría también preguntarnos ¿existe “la mujer nicaragüense” o acaso solo
existen mujeres nicaragüenses? Tengo que hacer la salvedad que si Simone de
Beauvoir leyese este artículo seguramente lo censuraría, pues le parecería
inconcebible que un hombre escribiera sobre las mujeres, sería continuar un
error histórico y aparte estaría sesgado pues ya sería una visión que toma
postura.
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Walter Roiz en compañía de su obispo Mons. Bosco Fuente: Facebook |
Ilustremos
lo que digo con sus palabras «¿Cómo es posible, entonces, que esta reciprocidad
no se haya planteado entre los sexos, que uno de los términos se haya afirmado
como el único esencial, negando toda relatividad con respecto a su correlativo,
definiendo a este como la
alteridad pura? ¿Por
qué no ponen
en discusión las
mujeres la soberanía masculina? Ningún sujeto se
plantea, súbita y espontáneamente, como lo inesencial; no es lo Otro lo que, al
definirse como Otro, define lo Uno, sino que es planteado como Otro por lo Uno,
al plantearse este como Uno. Más para que no se produzca el retorno de lo Otro
a lo Uno, es preciso que lo Otro se someta a este punto de vista extraño. ¿De
dónde le viene a la mujer esta
sumisión?»
Ahora
digiramos un poco, para Simone de Beauvoir el hombre siempre se ha visto como
lo Uno, entonces al hablar de la mujer siempre lo ha hecho como lo Otro, pero
aún las mujeres lo han asumido y siempre actúan desde esta condición de lo
Otro, una relación de alteridad acaso no planteada y de allí vendría el
descrédito de mi escribir, pero aprovechemos que la escritora del “Segundo
sexo” ya no puede refutarme y atrevámonos a dar una ojeada a vuelo de pájaro a
la situación de la mujer en Nicaragua.
Se
puede decir que en nuestro país ha habido dos formas de ser y comportarse como
mujer; las sin voz, que aunque digan no dicen y aunque hagan no hacen y las con
voz, que se han impuesto en la historia y hasta han entrado en los libros de
historia de las escuelas, es simpático que hasta hoy solo el grupo de las con
voz sea laureado y homenajeado. Uno de estos días leía un homenaje a las
mujeres nicaragüenses en el suplemento cultural de un periódico X y fue
gracioso leer todos los aplausos a las mujeres “primeras” de la patria, que
curiosamente tenían apellidos muy conocidos, esas “matronas” nicas, compartían
la bonanza económica, quizás como legado familiar. La mayoría cumplían con un
cliché señalado por Simone de Beauvoir, en la obra que antes hemos citado, que
tiene origen en una condición biológica natural, pero probablemente mal
entendido y mal aplicado, leámoslo:
«El proletariado podría proponerse llevar a cabo la matanza de la clase dirigente; un judío o un negro fanáticos podrían soñar
con acaparar el
secreto de la
bomba atómica y
hacer una Humanidad enteramente judía o enteramente
negra: la mujer, ni siquiera en sueños puede exterminar a los varones. El
vínculo que la une a sus opresores no es comparable a ningún otro. La división
de los sexos es, en efecto, un hecho biológico, no un momento de la historia
humana. La pareja es una unidad fundamental
cuyas dos mitades están remachadas una con otra: no es posible ninguna
escisión en la
sociedad por sexos.
Eso es lo
que caracteriza
fundamentalmente a la
mujer: ella es lo
Otro en el corazón de una totalidad cuyos dos términos son necesarios el uno para el
otro».
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Su Exa. Rvma. Mons. Silvio junto a Walter Roiz Fuente: Facebook |
En
lenguaje coloquial podemos decir que la coexistencia hombre-mujer es impensable
pues se trata de una relación necesaria y de mutua dependencia, sin embargo en
algún momento de la historia de la humanidad, la relación sana y natural empezó
a ser una relación desigual con un Otro en dependencia de un Uno y en nuestro
país no se ha dado la excepción, pongamos algunos ejemplos: ¿Qué sería de
Rafaela Herrera sino ha muerto su papá?, es decir su acto heroico venerado está
a la sombra de la figura paterna. ¿Hubiese llegado doña Violeta Barrios de
Chamorro a la presidencia si su esposo no hubiera sido asesinado? Es claro que
no, y aquí la situación es más dramática, pues en un sondeo rápido ¿Quién no
recordará la polémica figura de Antonio Lacayo y su singular cargo de ministro
de la presidencia? Así podríamos seguir citando ejemplos de mujeres de nuestra historia que han estado
a la gracia de la figura masculina y han desempeñado estupendamente su
condición de Otro, a la sombra del Uno.
Hasta
ahora no hemos referido solo al primer grupo, pero nos queda un segundo, el de
las sin voz, a este pertenecen la mayoría de las mujeres, desde la mítica Itzá
de la novela “La mujer habitada” de Gioconda Belli, hasta la abuela y la madre
de los que leen este artículo. Aquí llegamos a
un punto importante, pues las corrientes extremadamente feministas de
nuestros días tratan de que la mujer precisamente sea hombre y solo entonces,
según esta mentalidad, logra ser. Regresemos a una novela de la ya mencionada
escritora Gioconda Belli, ahora nos referimos a “El país de las mujeres”, pues
ahí se desarrolla una interesante mezcla
entre ambos grupos, por una parte las mujeres logran desplazar a los hombres y
muestran que son capaces de “ser”, y por otro no abandonan su condición natural
de mujer. Es realmente una visión interesante y en algunos puntos hasta puede
que acertada, pues las mujeres de la novela que incluso llegan al poder han
logrado vencer la barrera que en la realidad nunca han vencido, han logrado
llegar al poder siendo mujeres, pensando como mujeres, es cierto que en
Latinoamérica recientemente hemos tenido el gobierno de varias mujeres, algunos
de ellos amargas experiencias de nuestros pueblos hermanos, sin embargo, estas
mujeres no han podido llegar al poder siendo mujeres, han tenido primero que
llegar a “ser” y solo después han asumido el poder.
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Walter Roiz Fuente: Facebook |
Pero
retornemos al punto de partida, ¿cuál ha sido la historia de las sin voz en
Nicaragua? ¿No ha sido acaso la respuesta a la que las circunstancias les han
planteado?, ¿No es cierto que hayan logrado ser mujeres sin enajenarse? Que han
construido respondiendo, y es que ¿Será posible que puedan ser de otra forma?
llegará acaso el día en que se planteen como como el Uno de la relación de
alteridad sin perderse. Esto nos lleva a ese otro punto que hemos planteado al
inicio ¿Existe la mujer nicaragüense en abstracto como ser o solo existen
mujeres en su ser individual? El artículo no pretende responder, sino plantear
la interrogante y de aquí hay mucho camino por recorrer, muchos aspectos que se
podrían analizar pero por ahora dejémoslo allí y terminemos citando nuevamente
a Simone de Beauvoir:
«Los proletarios
dicen «nosotros»; los
negros, también. Presentándose
como sujetos, transforman en «otros» a los burgueses, a los blancos. Las
mujeres -salvo en ciertos congresos, que siguen siendo manifestaciones
abstractas- no dicen «nosotras»; los hombres dicen «las mujeres» y estas toman
estas palabras para designarse a sí
mismas; pero no se sitúan
auténticamente como Sujeto. Los proletarios han hecho la revolución en
Rusia; los negros, en Haití;
los indochinos luchan en Indochina: la acción de las mujeres no ha sido
jamás sino una agitación simbólica, y no han obtenido más que lo que los
hombres han tenido a bien otorgarles; no
han tomado nada: simplemente han recibido.
Y es que las mujeres carecen de los medios concretos para congregarse en
una unidad que se afirmaría al oponerse.
Carecen de un pasado, de una historia, de una religión que les sea propio…
Viven dispersas entre los
hombres.»
Walter
Roiz
Diócesis de León
Seminarista,
1º Teología
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